7 oct 2010

La Maldición del Barón

Nunca estamos seguros de cómo vamos a ser juzgados por los demás cuando nuestras ambiciones rozan con lo prohibido. Lo que a otros les parece aberrante, a otros se les antoja lo más normal del mundo.
La codicia, el ansia de poder, nos pueden llegar a corromper fácilmente.
El arrepentimiento es la única manera de encontrar una salida cuando nuestros errores se encuentran incontrolables. Redimirse o ser condenado por nosotros mismos.

Éste es el tema de la primera historia que os traigo. La primera historia que conocí y que me encomendaron guardar. Ahora que el juramento ha pasado, la comparto con vosotros. Es la historia de la Maldición del Barón.


Hace mucho tiempo en tierras lejanas y ya olvidadas, gobernaba un sabio Rey, anciano y débil. Como veía que su mandato no iba a durar mucho y nunca tuvo un hijo, le dejó la mayor parte de sus bienes a Lucios Bon Faz, el hijo de su hermano, el Barón más importante del Reino, Arcos Bon Faz. El Rey pensaba que el hijo de Arcos era tan honorable como su padre, mas… cuán equivocado estaba.
Lucios era el hombre más atractivo del reino pero era una persona vil, déspota y cruel con sus vasallos. Siempre estaba metido en líos de faldas y tenía problemas con el juego. Durante años, Lucios hizo lo que le vino en gana con los poderes que se le habían otorgado. Hasta el punto de que utilizaba el mismísimo oro del Rey en sus apuestas de juego y en otros caprichos.

Llegó un día en el que sus galanterías enamoraron a la mismísima hija del Capitán General del ejército. Aquel amor no fue una casualidad. Bon Faz ansiaba desde hacía mucho el poder militar del reino. Después de anunciar su boda, Lucios habló con el Capitán para intentar que le otorgara parte del mandato del ejército. El Capitán conocía de sobra a Bon Faz por su mala fama, así que no le concedió ni un sólo soldado ni caballero de toda la guarnición. “De todas formas,- dijo el Capitán- eso no lo decido yo. Debe ser el Rey quien lo decida.”  Lucios Bon Faz era persona paciente, y decidió esperar a después de la boda. Y aunque Bon Faz hizo todo lo posible por convencer al Capitán, éste nunca cedió.

A raíz de todo esto, el Barón fue preparando un malvado plan como sólo los hombres sin corazón saben. Esperó el tiempo necesario para que el Capitán no sospechara cuáles eran sus intenciones. Y así pasaron dos años.
Lucios tuvo un hijo. A raíz de aquello, todos a su alrededor pudieron ver que cómo su carácter cruel e infame se transformó en uno agradable, incluso él se convirtió en alguien cortés y servicial. Nunca a nadie se le ocurrió pensar que todo era un ardid ingeniosamente trazado. Parecía que todos sus planes de grandeza y usurpación hubieran desaparecido, pero no.
 Un día, el Capitán fue a su casa a cenar con la familia. También acudieron otros cortesanos y los mejores guerreros al servicio del Capitán.  La velada fue fabulosa, a gusto de todos, con bailes y canciones. Los invitados quedaron encantados con el recibimiento que Lucios había tenido con todos. Mientras se iban los invitados, el Barón invitó al Capitán a una copa de su viña especial mientras su mujer acostaba al pequeño. En el momento en el que servía el vino en las copas, puso unas gotas de veneno en la del Capitán y cuando éste bebió, sufrió durante unos segundos espasmos fuertísimos y cayendo al suelo, murió.
Bon Faz sonrió ante el cadáver.
Ahora, por simple jerarquía, el ejército le pertenecería. Avisó a todos sus sirvientes aparentando estar preocupado y asustado. Poco después, uno de sus doctores personales dictaminó la muerte del Capitán por causa desconocida. Bon Faz se había ocupado personalmente de hacer desaparecer cualquier prueba que le pudiera inculpar. Aunque muchos lloraron la pérdida del Capitán, ninguno sospechó nunca del Barón.

El día en el que Lucios se atrevió a pedir el cargo de Capitán del ejército, el sabio Rey sospechó que lo hacía para aprovecharse de los poderes militares. Con lo cual, no cedió a entregarle los títulos al Barón. Fue entonces cuando la ira de Lucios se vio disparada. Juró a sus adentros vengarse de aquella ofensa de cualquier modo.


La ocasión llegó el día en el que había fiesta en el reino y el Rey y la Corte salían a ver el teatro, a dar un paseo por el mercado… Entre toda la multitud allí agolpada estaba el Barón encapuchado y con una flecha tensada ya en el arco. Cuando tuvo al Rey a tiro, soltó la cuerda, la flecha salió disparada al cuello y el soberano murió en el acto. Nadie supo quién había lanzado aquella flecha y nadie vio al Barón huir corriendo despavorido entre la gente. Pero el caso es que su venganza se vio cumplida.

            El reino entero estuvo de luto durante semanas enteras, recordando a su Rey.  Mientras tanto, los mayores regidores después del Rey debatían sobre quién sería el heredero del trono. Entonces, todos pensaron que Bon Faz haría lo posible por hacerse con el mandato del reino, pero sorprendió a todos diciendo: “No, ese no es mi deseo. El Rey habría querido a otro en su lugar. Lo único que pido es el poder militar del reino."
El Barón estuvo por fin satisfecho con su trabajo. Ahora tendría la posibilidad de regir con mano dura a los rebeldes, ladrones y demás chusma que tanto odiaba y que nadie parecía preocupado por eliminar.

Pero una noche, en sueños, le visitó el fantasma de su padre, el buen Arcos Bon Faz. “¿Por qué mataste al Rey y al Capitán? Hijo, me has deshonrado. Estoy horriblemente avergonzado de ti. ¿Tan poca compasión tienes, que ni dejas descansar en paz a tu padre? Gracias a mí has tenido todo lo que posees, ¿y así me lo agradeces? Asesinando, mintiendo y viviendo del pecado.”
Lucios no sabía qué decir. Pero cuando el fantasma de Arcos desapareció, le relevaron los fantasmas del Rey y del Capitán.
“Tú nos mataste. Sufre ahora las consecuencias. Adoras más las cosas materiales que las inmateriales. Y a nosotros nos quitaste lo que más amábamos: la vida. ¡Pues nosotros te quitaremos a ti lo que más adoras! ¡El respeto, el poder, la gloria, tu rostro encantador! ¡Te maldecimos por siempre!”
Lucios quiso gritar. Pero no podía. En los sueños nadie puede gritar. Sólo que aquello  fue un mal sueño. Cuando despertó y se miró al espejo, vio un rostro amorfo, con un ojo lechoso, muerto, no podía andar recto y su piel estaba arrugada y medio podrida.
En cuanto la gente le veía, huía, gritaba… su propia mujer le rechazó inmediatamente, creyendo que aquel monstruo era el asesino que se había llevado a Lucios. Nadie le reconocía. Automáticamente, al que habían proclamado nuevo Rey, dio sus poderes a otros y mandó encarcelar a Lucios.

Desesperado, Lucios rogaba que le soltasen, decía que él era el verdadero Bon Faz, pese a que ese apellido no se parecía a la realidad ya que ahora su rostro estaba completamente amorfo.
Una noche  en la celda, Lucios volvió a soñar con su padre. Pero no parecía enfadado ni con ganas de echarle otra maldición.
- “Hijo mío.  He visto tu sufrimiento. Y sufro contigo. Pero la maldición que vives no puedo remediarla. Deberás seguir con tu aspecto por siempre. Sin embargo, te perdono. Contarás con mi apoyo siempre desde el Otro Lado.”
- “Pero me van a ajusticiar. Dentro de dos días me ahorcarán en la plaza” – contestó Lucios. El buen Arcos Bon Faz meditó unos instantes.
- “Entonces te dejaré huir. Puedes hacer el bien, ¿sabes? Hay mucha gente necesitada por el mundo. Precisamente esos a los que querías erradicar, los ladrones, los mendigos, son los que más necesitan ayuda. Te dejaré libre, pero lo que hagas depende de ti. Adiós hijo, espero que todo te vaya bien.”
Lucios agradeció eternamente aquella muestra de cariño a su padre y volvió a despertar. Sólo que apareció en un bosquecillo, lejos de la cárcel y de la ciudad. Allí encontró una abadía de monjes muy amables que le permitieron vivir y alimentarse pese a su aspecto monstruoso. Se encomendó a Dios cientos de veces y siguió el consejo que los monjes le proporcionaban.
Una mañana, se despidió de todos ellos y fue por muchas aldeas ayudando a la gente, socorriendo enfermos y devolviendo al buen camino a los asesinos y ladrones de aquellos lugares. Los rumores de un hombre encapuchado y con rostro amorfo pero de buen corazón, corrieron rápidamente por todo el reino pero nadie se volvió a acordar de aquel ser que supuestamente había asesinado a Bon Faz.

A mis oídos llegó hace poco esta noticia. Y doy fe de que es cierta, pues yo la recibí de boca del mismísimo Lucios Bon Faz y la completé con información de los monjes que le acogieron.
Recordad siempre esta historia, pues está escrita para aprender de ella. Y si necesitáis consuelo, o estáis perdidos por el mundo, seguramente Bon Faz salga a vuestro encuentro y os dé sabios consejos para continuar con vuestra vida, el tesoro más importante que poseemos todos y cada uno de nosotros.

2 comentarios:

  1. Luis:

    Hay muchos cuentos de los que nada se aprende, otros muchos que son un coñazo y otros en los que los personajes no son mas que simples marionetas. Sin embargo, de esta historia creo que podemos aprendrer esto:
    " A VECES DEBEMOS SER FELICES CON LO QUE TENEMOS Y CON LO QUE NOS OFRECE LA VIDA, YA QUE SI ALGO NOS PERTENECE ESTA NOS LO DARA TARDE O TEMPRANO." para mi esta reflexión me ha llevado por buen camino durante todo este tiempo, yo no soy mucho de escribir este tipo de historias pero si que me encantaría tener un blog donde puedo hacer deleitarse a la gente, segun muchos escribo bien por eso no quiero que lo digan solo los que mas me conocen sino mucha mas gente.
    Por eso me encantaría que me dijeses como se puede crear un blog.

    un saludo nacho y de tu historia me gustaría que me dijeses si te ha gustado mi reflexión, yo no he triunfado en todo lo que quería hasta el momento pero si el destino quiere lo hare dentro de unos años

    un saludo

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  2. ¿Qué decir? Llegué a este blog donde guardas historias fantasticas de casualidad. ¿Sabes? Decidi quedarme y así poder escucharte, sabio cronista^^
    Porque, la manera en la que relatas, tu vocabulario, y la forma especial que tienes de describir los personajes, el paisaje con pequeñas pinceladas... me emocionó.
    Porque tienes ese... "nosequé" Llamálo si quieres "x"... eso que hace que te metas plenamente en la historia, eso que te atrae, sin poder dejar de leer hasta el punto y final y pasar poco a poco a la siguiente. Queriendo disfrutar minuto a minuto de cada palabra, de cada trocito de tu imaginación plasmada en el papel... consiguiendo emocionar a quien lo lee. Y créeme, tan solo he leido la primera. Y me ha sido suficiente para enamorarme de cada palabra, embelesándome con cada escena, llegando a ponerseme la piel de gallina con el final.
    Me encantan los sentimientos y valores guardados en la historia. La forma en la que los plasmas y dejas que los lean.

    Simplemente mis mas sinceras felicitaciones, no todo el mundo consigue trasmitir sentimientos con un bolígrafo y un papel o en su defecto con una hoja en blanco del word y las manitas.
    Te seguiré de cerca, escuchando cada una de tus historias. Y dantote mi mas sincera opinión. Que las pequeñas obritas de arte hay que felicitar el esfuerzo y sobretodo el tiempo en el que se tarda al desarrollar una historia y en escribirla.

    Por aqui estaré. ¿sí?
    ¡un saludo! Y hasta la proxima historia (en la cual tambien te comentare^^)
    Un besito :3

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