3 abr 2011

La Leyenda de las dos espadas.

Es impresionante.

Cuanto más indago en las leyendas de éste y otros mundos, más me asombro de la cantidad de relatos referentes a la Creación que existen.

Podríais leer todos y cada uno durante un año entero y al final, apenas encontraríais grandes diferencias.
¿Por qué será?
El afan de las personas por inventarse el principio del mundo siempre me ha llamado la atención. Será que en verdad, en el fondo de nuestro ser, tenemos una pizca de ese orígen, del momento primero en el que todo comenzó y que desea renacer en nosotros para continuar su infinita expansión.




Me ha llamado la atención una leyenda del orígen en particular. La de Eldia. Un mundo lejos de nuestro alcance, salvo por las palabras escritas que sus sabios Cronistas difunden por el plano astral para que sean recopiladas, a su vez, por otros Cronistas.

Me encuentro en estos momentos con una extensísima biblioteca de Leyendas provenientes de Eldia que, llegado el momento, os las daré a conocer. No se me ocurre mejor manera que empezar por el verdadero principio de éstas. Por el Origen.


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En el principio, cuando nada ni nadie habitaba el Universo, el mismo Ente del Tiempo decidio pararse. Estaba cansado de correr sin que eso afectase en nada a nadie.
Pero al detenerse, sí que ocurrió algo: el Universo comenzó a contraerse.
El Tiempo no sabía que al moverse, el Universo también se podía mover. Estaban relacionados de esa manera desconocida para ellos hasta entonces.

En esa contracción del Universo, éste se fue haciendo más sólido y más pequeño, hasta que el Universo y el Tiempo se mezclaron, surgiendo el Mundo, un Ente que se hacía cada vez más grande. Viendo que pronto se destruirían entre ellos, el Tiempo regresó a su movimiento habitual y así pudo formarse sin peligro el Mundo, junto con otros muchos y luminosos entes llamados Estrellas. Todo era un caos de energía y creación sin ningún punto de apoyo.
El Ente del Mundo ya no daba más de sí. El Universo era tan enorme, y el Tiempo no podía dejar de correr...

Lo discutieron durante mucho tiempo, hasta que el Mundo tuvo una idea maravillosa:

-Necesitamos cooperar. Probemos a movernos a la vez, Tiempo, Universo y Mundo, para que este caos se convierta en orden.

Así lo hicieron. Entonces, comenzó a pasarle algo extraño al Mundo una vez que el Tiempo y el Universo se sincronizaron: se formó la Vida. Ésta empezó a crear cosas aquí y allá, en todos los puntos en los que había Mundo.

Entre estas cosas, se crearon cuatro Elementos o Poderes en los que se basaba la vida en el Mundo: Tierra, Fuego, Agua y Aire. Los cuales repartían los dones entre los seres que se iban formando gracias a la Vida. Pero también por su acción conjunta surgieron dos Aspectos: Luz y Oscuridad, que dividieron las cosas en dos mitades, una brillante y cálida, pura y majestuosa mientras que la otra se mantuvo en sombras, oculta y misteriosa.

Todos creían que así todo sería perfecto. Que los Elementos, los Aspectos y los Entes convivirían entre ellos de manera pacífica.
Pero no fue así: La Luz tenía poderes también entre los seres vivos, y repartió sus dones entre ellos, haciéndolos, nobles, atraídos por la verdad, la claridad y la pureza. Mientras que la Oscuridad repartió su don de destrucción, fuerza y corrupción entre los seres que eligió. Eran completamente opuestos. ¿Qué podrían hacer los Entes para evitar una catástrofe?

El Tiempo intentó parar, pero no pudo; El Universo intentó plegarse, para equilibrar las cosas, pero fue imposible; la Vida deseó desaparecer pero todo era tan hermoso, su creación...; El Mundo sufría, porque en él se libraba una batalla ciega y encarnizada entre los dos Aspectos y sus criaturas.

Pero aquellas criaturas también sufrían... así que imploraron a sus respectivos creadores que les ayudasen. Entonces los Aspectos decidieron descender en forma de Guerreros, para combatir uno contra el otro y así eliminar la amenaza contraria. Cada uno empuñaba una espada, a imitación de las armas que usaban sus devotos seres. Y comenzó una nueva lucha titánica entre los Aspectos en la superficie del Mundo.

Los Entes decidieron crear algo que eliminase a los seres que habían creado la Vida y los Elementos: La Muerte. Sólo así valorarían la vida que tenían y la usarían para convivir bien en armonía.
El Ente de la Vida temía a la muerte, pero llegaron al acuerdo de que la Muerte sería justa con quién se llevaría con ella y el Tiempo tembién administraría la duración de Vida de los seres.

Al acordarse esto, se firmó por así decirlo, la Ley de Vida. Los Aspectos, en su lucha, vieron que las criaturas que tanto apreciaban perecían por su culpa bajo sus pies. Decidieron acabar de una vez por todas. Ambos se lanzaron en una arremetida mortal que puso fin a su existencia. La energía que desprendieron en aquel choque fragmentó el Mundo en un millar de Planetas y su esencia viajó por los confines del Universo, impregnando todo de Virtudes y de un millar de de sentimientos, fuerzas, seres vivos, culturas... 

Parte de esa energía quedó suspendida en el Universo. Debido al azar, esta energía reposada pasó desapercibida para todos los demás Entes, convirtiéndose en algo nuevo: los Dioses. No estaban ni vivos ni muertos y además, eran eternos. Poseían la esencia más pura de los Aspectos de la Luz y la Oscuridad por lo que continuaron la guerra de éstos de la única manera que eran capaces: usando a los Seres Vivos. 

Pero, ¿que ocurrió con las espadas de los Aspectos? 

Cuentan que se fragmentaron en miles de pedazos que dieron lugar a Eldia, el hogar de los hijos de la Luz y a Kerulia, el hogar de los hijos de la Oscuridad. Entre estos mundos se continuaría la encarnizada lucha de los Aspectos a través de sus hijos y de los Dioses. La lucha legendaria del Bien y del Mal. De los Elvetri y los Demonios. 






Hasta aquí llega la Leyenda, en una traducción medianamente aceptable. El escrito original, escrito en Rúnico, goza de mas belleza lírica, pero no se puede pedir todo.

Sobre los Elvetri y los Demonios hablaré otro día, para ir entrando, cada vez más, en el mundo de Eldia y sus leyendas. Un mundo que a mi me apasiona y espero, a vosotros también.