22 mar 2012

¿Qué es la magia? Las escuelas de magia

Llevaba un tiempo queriendo hablar sobre la magia, sobre esa fuerza misteriosa que sabemos que está ahí, que se puede tocar, que a veces causa destrozos, pero otras, nos permite descubrir auténticas maravillas ocultas. Yo no soy mago, así que, con vuestro permiso, voy a utilizar un tratado de magia que tengo por aquí del Maestro Garel de Trulhom, cuyas explicaciones me parecen las más acertadas tanto para gente que ya está familiarizada con mundos mágicos, como para los nuevos viajeros de estos planos.


Sobre la magia

Antes de entrar en los procedimientos a tener en cuenta cuando nos enfrentemos ante un artificio mágico, será mejor hacer saber qué es exactamente la magia, o, por lo menos, aproximarnos.
Digo aproximar porque nadie hasta hoy ha conseguido dar una definición clara de lo que es la magia y sólo algunos eruditos han podido descifrar los procesos que se siguen a la hora de realizar magia de forma precisa y detallada.

Básicamente, lo que nadie niega, es que la magia es energía. Pero no una energía física, sino una energía espiritual. Resulta difícil de precisar pues la gente normal tiende a relacionar energía con lo que generan las máquinas de vapor, la electricidad de la tormenta o las sacudidas de la tierra que generan las corrientes ígneas del interior del mundo.

Pero el caso es que la magia puede actuar sobre todas esas fuerzas mencionadas. Actuar o directamente crearlas.

Aquí es donde se presenta un verdadero enigma: ¿Se crean las cosas mágicas de la “nada”? 

Algunas teorías muy elaboradas presentan la realización mágica como una especie de recolección energética del entorno en el que se encuentra el mago, el cual, usando su poder mental y espiritual, consigue canalizar esa energía difusa para darle una forma o una virtud. Esto fundamenta la idea de que el mundo está rebosante de energía mágica y que como toda energía, nunca se destruye, sino que se transforma.
Sin embargo esta teoría cojea cuando se enfrenta a la teoría del Don.

Esta teoría defiende la existencia de un poder insondable en las almas de cada ser vivo con raciocinio, que si se presenta ante un estímulo adecuado, podrá desarrollar el llamado Don Mágico. Desde ese momento, ante un proceso de aprendizaje debidamente controlado, el ser con el Don podrá manipular la magia. Cuanto mayor sea su poder espiritual (fuerza mental, o de voluntad), mayor capacidad alcanzará ese ser para usar magia.

Si la teoría de que la magia “flota” en todas partes, es cierta, cualquiera podría realizar magia si se le somete a una instrucción adecuada. Pero resulta que no es así. Muchos han sido los que en vano han intentado ser magos sin poseer el Don. Asimismo, no pocos magos han vivido durante muchos años sin saber que poseían tal capacidad.

Generalmente, el Don se desarrolla en torno a la infancia o la adolescencia de los seres racionales, pues son momentos de continuo cambio y experimentación. Aquellos que viven una vida sosegada o bajo regímenes excesivamente cerrados o protectores durante muchos años, no experimentan el desarrollo del Don hasta bien entrada una edad.

Otra teoría complementaria a estas dos, que explican también qué es la magia en esencia, es la posibilidad de que toda energía mágica sea posible mediante una especie de “cesión” interplanar. Es decir, que cada hechizo sea el resultado de una rasgadura entre los planos físicos y elementales, a través de la cual, el mago se sirve de su esencia. Esta explicación sirve de maravilla para explicar la magia de invocación. Cuando se invoca un ser de otra dimensión, se crea una “puerta” que conecta dos o más mundos con el nuestro y a través de la cual pueden sucederse traspasos de materia. Es la única teoría que se aplica de verdad y que se puede estudiar, pero con el inconveniente de que no todo lo que hace un mago son invocaciones a través de los planos. Cuando simplemente, por ejemplo, conecta su mente con la de un halcón para poder ver lo que éste ve… ¿dónde está esa puerta dimensional? ¿En qué momento se produce esa conexión con otro mundo para adquirir la visión de un ser tangible y que el propio mago está viendo en ese momento? ¿Acaso existe una dimensión de “vistas de pájaros”?

En fin, hay muchas dudas, muchas opiniones al respecto sobre qué es, cómo se origina y quién puede crear magia, pero como no hay nada claro, no veo sentido seguir divagando sobre estas cuestiones.

De hecho, prefiero que dejemos aquí el tema de << ¿Qué es la magia? >> y pasemos a  cosas más concretas…


  • Los elementos de la magia

Como he dicho antes, la magia es energía. Y como energía mística, que flota en el ambiente y que se desarrolla en la mente de sus usuarios, puede adoptar la forma que éstos le den.
Así pues, la magia puede transformarse en energía térmica, eléctrica…
Puede ser canalizada a través de conductos, almacenada en recintos especiales, imbuida en objetos inertes o incluso en seres vivos (aunque esto último tenga grandes limitaciones).
Grandes estudiosos de la Magia a lo largo de los siglos han caído en continuas contradicciones en sus teorías pero hay un punto en el que, curiosamente, todos coinciden: los elementos en la magia. Siempre se identifican cuatro elementos que intervienen en toda operación mágica: fuego, aire, tierra y agua. Los elementos que conforman, combinados, toda la vida en el mundo.
Aunque en un hechizo no estemos usando ni una llama, si este hechizo trata de, por ejemplo, mantener caliente un área, la magia de la que se hace uso es la de fuego, aunque sea muy ligeramente.
Los hechizos de sanación, protección, van generalmente vinculados a los elementos agua y tierra, aunque para cauterizar heridas se use el fuego o para devolver el aliento el aire.
Muy pocos hechizos hacen uso de un solo tipo de magia, y, curiosamente, pocos magos dominan más de  un tipo de elemento.
En otros tiempos, cuando el mundo era más primitivo, los magos se llamaban Elementalistas, pues se consideraban Maestros de los Elementos y fundaban sus estudios de magia en función del elemento al que cada mago fuera mas afín. Si bien esto es cierto, que hay personas más cercanas a un elemento concreto, la educación enfocada en este único tipo será una enseñanza mágica coja, que fallará en algún momento, pues los hechizos más poderosos requieren del uso de varios elementos para su ejecución.
Es complicado determinar cómo se hace la combinación de elementos a la hora de conjurar magia, tanto como definir lo que es la magia, por lo que no merece la pena en entrar en esos enredos. Lo único que hace falta saber, es que esa selección de elementos mágicos se hace por medo de múltiples técnicas: escritura, movimientos de manos, del cuerpo, palabras concretas, uso de ciertos objetos vinculados a un elemento…
De ahí obtenemos, por tanto, todas las escuelas de magia que existen: la invocación, la encantación, (dotar de magia a las armas), la alquimia, la sanación y la ocultación.

  • Las escuelas de la magia

Muchos confunden un mago invocador con un mago conjurador, aunque ambos se basan en el mismo principio (la invocación), el primero trae a este mundo seres de planos elementales paralelos al nuestro que le ayudarán (o no, si no sabe dominarlos) en su tarea; el segundo utiliza conjuros, es decir, recita palabras, realiza gestos físicos o canaliza la magia de un objeto mágico para invocar un elemento concreto al mundo. Este elemento puede ser una corriente de magia sanadora, o un proyectil ígneo de magia destructiva. Parece que no, pero sí, ambos magos usan el principio de invocación para crear cosas que en nuestro plano existen, pero no con la forma que el mago desea y desde luego, cosas con poderes que de ninguna otra manera si no es con magia, existirían.

El encantamiento también es un concepto amplio. Desde infundir magia protectora hasta encerrar un texto arcano en un pequeño circón, pasando por convertir una simple espada de acero, en una hoja llameante cuyas flamas no podrán apagar ni los más fríos alientos del norte.
Es una magia muy meticulosa, que consume buena parte del poder interno del mago y que necesita bastantes años de perfeccionamiento. Así es como se crean anillos mágicos, colgantes de la suerte, varitas mágicas, escudos irrompibles o, incluso, metales artificiales.
Luego encontramos el encantamiento de seres vivos, muy peligroso y discutido.
Algunos han osado relacionar la sanación con el arte de encantar, pero poco o nada tiene que ver. La encantación deposita un tipo de magia muy específica en el interior de un cuerpo (con vida o sin ella) para que sea usada en repetidas ocasiones. O no, puede que sólo para que se use una única vez… todo condicionado por el encantador.
El encantamiento de seres vivos tales como plantas o animales es el tipo de magia que más daño hace, pues se requiere de buenos conocimientos de magia para poder identificar una criatura imbuida con magia. Casi siempre, estos hechizos son parte de experimentos atrevidos y descontrolados. En otras ocasiones, generan un nuevo tipo de especie que antes no existía simplemente por accidente, sin querer generar ningún mal…
Así es como han llegado hasta hoy criaturas como los huargos (lobos gigantes, fieros y longevos) o plantas como la trepadora serpiente (enredaderas que se mueven por los árboles y que atrapan a sus víctimas en una constricción letal, como serpientes).

La sanación es la magia más respetada. Esto se debe a que no hay hechizos que sirvan para hacer daño en esta escuela, sólo para remediarlo. Generalmente, las personas que se especializan en sanación, acaban por ser más longevas que el resto de magos y esto vuelve a recaer en la misma razón, que no hay daño que se pueda realizar con esta magia. Ni hacia otros ni hacia el propio usuario.
Esto, de todos modos, acarra otro problema, y es que, al ser una magia sumamente delicada (la vida de la gente depende a veces de un hechizo correctamente realizado), no todos los magos son aptos para cursar ni los más básicos hechizos de curación.
Los magos sanadores son confundidos normalmente con clérigos o sacerdotes, pero los magos sanadores no pronuncian rezos ni expulsan malos espíritus, y tampoco usan magia de luz, un tipo de magia que, bueno, es excesivamente especial. Podríamos dedicarle un capítulo entero a esta magia, asique no me voy a detener en ella por el momento. Sólo señalar que es una magia de poder ancestral mucho más antigua que la elemental y que sólo se enseña a los acólitos de la Luz.

La magia de sanación, no obstante, no sirve para todo, y un mago siempre debe tener recursos para sortear cualquier problema que se le proponga. Para ello, existe, por ejemplo, la alquimia.
La alquimia nació en principio para complementar ciertos procedimientos mágicos de la sanación que no podían realizarse con hechizos comunes. Para, por ejemplo, hacer llegar un antibiótico al hígado, la magia curativa se quedaba corta, y por ello se idearon las medicinas alquímicas: mitad remedio natural, mitad magia. También todo tipo de cataplasmas y ungüentos para cuando el curandero no puede asistir al enfermo de forma continua o como suplementos militares indispensables en toda enfermería de campaña.
Pero no toda la alquimia está vinculada a la curación y prevención de heridas y enfermedades. La alquimia también sirve para realizar grandísimos avances en la investigación energética. Los ingenios de motores explosivos nacieron gracias a experimentos alquímicos. Pero no todo es modernidad. Una gran parte de la alquimia se sirve de la sabiduría ancestral para crear pociones, elixires y otros elementos que deben ingerirse o aplicarse en las personas para que tengan efecto. Es en la alquimia donde los magos de todas las escuelas encuentran su campo de innovación, por lo que muy pocas veces oímos hablar de magos alquimistas, aunque haberlos los haya, y muy sabios y poderosos.

Por último, la escuela de la ocultación.
Este tipo de magia se basa en todos aquellos hechizos de protección y seguridad. Similar a la alquimia, se sirve de otros procedimientos para crear su magia: escudos de fuerza (invocación), capas de invisibilidad (encantación), pociones de ver en la oscuridad (alquimia), protecciones contra la magia oscura (sanación)… etc.
Pero, al contrario que otras escuelas, en las que apenas hay verdaderos especialistas, en la ocultación hay auténticos maestros. Casi todos los reyes y reinas cuentan con un mago ocultista como miembro de su Consejo, debido a la imperiosa necesidad (o tal vez, paranoia) de proteger sus asuntos de Estado. Es también una magia peligrosa y con pocas escuelas y maestros, pues no se suele enseñar abiertamente. Esto es por otro motivo de seguridad, pues, si cualquier mago pudiese acceder a estos hechizos, inmediatamente podría conocer sus contrahechizos, pues para todo tipo de magia existe uno. Esa es otra característica especial de la magia de ocultación: ser la única que puede anular cualquier otro tipo de magia. Para anular magia ocultista es imperioso usar magia ocultista, con lo cual, cualquiera puede advertir la ventaja de una magia cuyo fin es la protección. Proteger, salvaguardar… pero eso no excluye la autodefensa.


De momento lo dejamos aquí. Otro día continuaré resumiendo los textos del Maestro Garel para deleite de aquellos que quieran -- ¡quién sabe! -- convertirse en Aprendices de Mago.

1 mar 2012

Las Crónicas del Bardo: La nada


No se decir si estoy muerto.
Puedo pensar y percibir; siento el tacto del vacío rodeando mi cuerpo amorfo, rozándolo suavemente.

Puedo intuir también porque motivo estoy aquí.

No puedo comprender el espacio en el cual me encuentro. Todo es oscuro y nada tiene una forma ordinaria.
Además, en el poco tiempo que llevo aquí, he perdido el gusto por los sentimientos.
He llegado a ser un ente definitivo, con un poder de persuasión enorme; inalcanzable para cualquier mortal.
He crecido y vivido por y para las historias, las leyendas, las epopeyas, las fábulas, los mitos, la gloria y la muerte.
He escrito y escuchado miles de cuentos y partituras; las he memorizado hasta la extenuación. He viajado por todo el Mundo, recitando y aprendiendo.
Empecé a comprender el significado de la música demasiado temprano.

Algunos humanos del este me han conocido como el cuentacuentos. Otros me apodaban “El Oscuro” por mis rasgos faciales. En el sur he sido bautizado como Ainulindalë, que en élfico significa “la gran canción”.
No obstante, siempre que los humanos me veían venir, equipado con una sola flauta de madera vieja, me llamaban “El bardo”.
He revivido batallas enterradas. He contado verdades borrosas. He comprendido el éxtasis de las victorias y la aflicción de las derrotas.
Soy el Señor de la Música.