5 abr 2012

Las Crónicas del Bardo: El inicio


27 AÑOS ANTES...

-¡Perseguid a ese crío! -gritó una mujer de mediana edad-. ¡Ladrón! ¡Ladrón!

El niño llevaba debajo de su maltrecho jersey rojizo un objeto aún más viejo cuando empezó a correr avenida abajo.
La multitud, haciendo caso omiso de los gritos, miraba con curiosidad al ladrón, que recorría a toda velocidad la calle principal del mercadillo ambulante. Sabían que su aventura terminaría pronto. 

Percibía que tenía como máximo unos tres minutos antes de que la Guardia del Norte se presentase allí. 
Debía abandonar la calle principal enseguida.

Cuando llegó al final de la vía, tomó la bifurcación de la derecha y empezó a ejercer su particular eslalon de todos los días feriales: la primera calle al final de la Avenida del Mercado a la derecha; el siguiente cruce también a la derecha, después a la izquierda hasta la panadería de la señora Eluna, donde se puede robar siempre media rebanada de pan y continuar hasta las casas abandonadas de Ruten Dra. Una vez allí, coger el camino de la izquierda antes de entrar a campo abierto.
Posteriormente y con más calma, tocaba comer lo robado en la panadería, en medio de la intemperie para evitar sospechas. 
Después ya habría tiempo para analizar el viejo objeto de la mercader.

El niño, sentado en medio del verdoso prado, sacó con cuidado el objeto que tenía escondido bajo el jersey. Estaba envuelto en una antigua caja de metal blando con una serigrafía que representaban diferentes tonos musicales. 
Los había visto antes, dibujados en carteles teatrales al lado del castillo de Vintersorg, su ciudad natal y la capital del reino de Kyle. No obstante, no conocía su significado ya que no había ido nunca al colegio.

Abrió la caja. De ella extrajo una especie de tallo de madera con siete agujeros simétricos muy bien alineados. En la punta de la vieja pieza se podía observar un orificio más grande y fino que los demás. Asimismo, la punta dibujaba un semi-arco con una extraña cavidad que incitaba a poner los labios. 
Así lo hizo.
El siguiente impulso del niño fue soplar; primero débilmente y después con todas sus fuerzas. Se asustó al segundo intento, después de escuchar un sonoro estruendo.
Una voz lejana lo interrumpió cuando se disponía a estudiar la conducta del objeto tapando los agujeros del tallo…

-¡Sagas! ¿Ya lo has vuelto a hacer?

-¡Esta vez he encontrado algo realmente interesante! -contestó el niño-. ¡Es un objeto que hace música! ¡Ven, Rivil, ven!

La joven chica empezó a correr hacia la posición de Sagas, que estaba sentado en medio del prado. Cuando llegó, se sentó al lado del niño, cogió bruscamente el objeto de las manos de Sagas y lo observó con detenimiento. 
La curiosa expresión de su rostro cambió al cabo de pocos segundos, cuando se dio cuenta de que objeto era.

-¡Bah! -dijo Rivil con menosprecio-. Solo es una simple flauta vieja con siete agujeros mal tallados. 

-Pues a mi me gusta -contestó Sagas-. Seguro que tapando los agujeros y silbando con la fuerza correcta se puede conseguir buena música.

-Eso está claro -respondió la chica-. Observa.

Rivil se llevó la flauta a la boca y antes de empezar a silbar tapó con los dedos de la mano derecha los dos últimos orificios del objeto. 
Cuando empezó a silbar, iba cambiando el orden en el cual tapaba los agujeros. Empezó tapando los dos últimos y a medida que bajaba la intensidad de su silbido, iba alternando los dedos de su mano izquierda con los de su mano derecha hacía la posición del orificio en forma de semi-arco, donde tenía los labios. 
La melodía era simple pero cautivadora. 

El encanto también provenía de la belleza de la joven elfa. Aunque Sagas aún fuera un niño, sabía que todo el mundo la miraba siempre. Nacida en Lhun, capital de Haleth, el exuberante Imperio Élfico, sus rasgos eran oscuros y contrastaban con su corta melena nívea. 
Se habían conocido aquí, en Vintersorg. No acostumbraban a hablar de su pasado ya que ninguno de los dos guardaba recuerdos felices. 
Los padres de Sagas habían muerto en un incendio hacía dos años. No tenía más familia que esa. Rivil, en cambio, nunca le había contado como había llegado a Vintersorg. Los dos eran huérfanos y mendigos de la ciudad de más al norte de Kyle. Esto ayudó a que se hicieran amigos. Tenían que correr día si y día también, escapando de la Guardia del Norte que perseguía constantemente a los ladrones y a los mendigos para mantener un buen nivel de vida en la ciudad. El rey del reino de Kyle, vivía en el castillo de Vintersorg, en la misma ciudad. 
Sagas había oído que era un rey muy joven que se estaba ganando un gran respeto en Ciudad Capital, al sur, cruzando el gran río Mendatar, que separaba la región norte de la región sur en horizontal…

-¿…as? ¿Sagas? -dijo Rivil sacando de sus pensamientos a Sagas-. Hace como cinco minutos que he terminado, pero te he visto tan concentrado que no he querido molestarte…

A Sagas le parecía como si hubiera pasado una eternidad. Solo se acordaba de algunas de las notas de la melodía. 
No obstante, tenía claro que él también quería aprender a tocar.

-Lo siento -contestó-. Pero la canción me ha cautivado tanto que me he ido por las ramas.

-Suele pasar -dijo Rivil-. Esta canción se llama “El deseo del Príncipe generoso”. La aprendí a tocar aquí, en Vintersorg, después de oírla de un aprendiz bardo, le pedí una copia de la partitura para flauta.

-Nunca me habías contado esto -respondió Sagas, molesto.

-¡Tampoco tengo que contártelo todo! -replicó Rivil. Además, no fue hace mucho. Tampoco nos hemos visto tanto últimamente.

-¿Tu podrías enseñarme a tocar? -preguntó Sagas intentando la mejor sonrisa posible-.

-Hmm… es posible… -respondió Rivil-. Pero primero tengo que hacerte una serie de preguntas para ver por donde empezar.

-Adelante

-¿Cuantas notas musicales conoces? -preguntó la elfa-.

-Ninguna… -respondió Sagas-. No he tocado un instrumento en mi vida.

-Pues no empezamos con muy buen pie que digamos…

-Antes de enseñarme a tocar la flauta podemos aprender primero las notas musicales -replicó el niño-. No veo el problema.

-El problema está en que esto nos llevaría días, incluso semanas -respondió Rivil-. Esto no se aprende de un día para otro…

-Es lo único que puedo ofrecerte -dijo Sagas-. Tiempo. Solamente me sobra esto.

-¿Que conocimientos tienes de historia, alquimia, magia y geografía? -preguntó la elfa, ignorando el comentario del niño-.

-No he ido nunca a la escuela ya que mi padre siempre decía que acabaría trabajando con ellos en los campos de cultivo y en la granja… -respondió Sagas-. Al final mira como ha acabado todo.

-Siento de verdad que no hayas podido saciar tu curiosidad… -dijo Rivil, afectada de verdad, como si para ella fuera algo importante-.

-No obstante -continuó Sagas- cuando oscurecía y mis padres pensaban que estaba durmiendo siempre bajaba al sótano y leía un inmenso atlas que guardaba mi madre abajo. Lo encontraba fascinante. Aprendí algunas cosas interesantes. Se que el Mundo está dividido en cuatro grandes reinos: Kyle, Arvac, Narsilion y Haleth. Kyle y Arvac conforman el territorio norte y Narsilion y Haleth el territorio sur. La región norte está dividida de la región sur por un río de proporciones enormes llamado Río Mendatar. Se que la capital de Arvac es Sirul y la capital de Kyle es Vintersorg. También se que tu tierra es Haleth, y tu, naciste en Lhun, que es su capital. Por último, también he leído acerca de Ciudad Capital, la ciudad más importante del reino de Narsilion, y capital del Mundo…

-Caramba… me has dejado de piedra… -dijo Rivil estupefacta-. Conoces bastante bien como está distribuido el Mundo para no haber ido nunca al colegio. 

-En alquimia estoy un poco más perdido… -prosiguió Sagas ignorando el elogio de Rivil-. Se como se crean algunos elixires básicos, como el de  cola de sapo o el de cambio de voz… también había oído hablar de uno que te permite ver en la oscuridad…

-Ese es el elixir de Claro de Luna -dijo la elfa-. Los materiales solo se encuentran en Ciudad Capital y son muy caros. Es de las pócimas más difíciles de confeccionar. 

-En historia y magia si que ya no puedo contar nada -prosiguió Sagas-. Aquí ya estoy completamente perdido.

-¡Está bien! -dijo Rivil con una sonrisa-. ¡Voy a enseñarte todo lo que pueda!

-¿Como pretendes hacerlo? -dijo el niño-. También tenemos que ir a robar comida al mercado, escapar de la Guardia del Norte, intentar sobrevivir día a día… nuestra vida no es fácil, Rivil.

-¡No te quejes más! -gritó la joven elfa-. ¡Empezamos mañana! 

Sagas se puso firme cuando vio a Rivil con esa actitud y no se atrevió a poner mas pegas. En el fondo, sabía que su vida no era como la de los demás niños y, por eso, quería aprender  a toda costa. Sobretodo conceptos del mundo de la música.

-¡Está bien! -dijo el niño-. ¿Cuando nos veremos?

-Cuando el sol esté a cuarta constante, delante de la biblioteca. La que está delante de la capilla menor -dijo Rivil-. Creo que es la menos vigilada de todas…

-¡Muy bien! -dijo Sagas-. ¡Buenas noches!

-¡Namarië! -se despidió Rivil inclinándose-. 

Sagas recogió su vieja flauta de madera y la guardó de nuevo en la funda de metal. Se puso el jersey rojizo y emprendió de nuevo el rumbo. Ahora estaba viviendo en una tienda hecha de ropa rancia que él mismo había construido, a las afueras de Vintersorg.
Tenía muchas ganas de estudiar las notas musicales y empezar a tocar la flauta cuanto antes. 

No obstante, Sagas desconocía lo que iba a suponer este primer paso, para acabar cantando con bardos y caminando junto a seres supremos...