25 nov 2012

Perlas de sabiduría oriental

Para leer estas líneas que hoy os traigo, primero pausad el reproductor de música aleatoria del borde derecho del blog. La música me parece siempre un factor importantísimo a la hora de ambientar, sumergirse en la lectura y apreciar una historia de una manera mucho más profunda y esta vez, las historias que os traigo requieren que cambiemos un poco el aire musical.
Ahora, si tenéis en algún lugar de vuestra casa, encended un palito de esos de incienso aromático.
Una vez tengáis el olor del incienso impregnando vuestra habitación o lugar de lectura favorito, dejad que suene esta música.
Ahora sí, procedemos al acto de leer en un clima totalmente apropiado para lo que nos vamos a encontrar:



El jornalero y el monje

Un joven jornalero tuvo en una ocasión la mala suerte de compartir habitación en una posada con un viejo monje que hablaba sin cesar, desde la caía del sol hasta la primera luz del día, de asuntos de filosofía y ciencia. El monje estaba aburrido de hablar solo así que propuso un desafío de ingenio.

El jornalero no tenía interés en poner a prueba su ingenio contra el monje, por muy alta que fuera la apuesta. Entonces, el monje le ofreció empezar con ventaja: "Te daré cincuenta monedas de oro por cada pregunta tuya que no sepa responder, si tú me das cinco monedas de oro por cada respuesta que tú no sepas".

Este aceptó.

"¡Muy bien!", exclamó el monje. Se afanó en pensar una pregunta que supusiera un desafío para el jornalero, pero lo bastante simple como para que el juego no perdiera el interés. "¿Cómo medirías el volumen de un objeto de forma irregular?", le preguntó con un brillo en los ojos.

Sin siquiera tomarse la molestia de pensárselo, el jornalero le entregó al monje cinco monedas de oro.

El monje se quedó decepcionado, pero se preparó para el desafío del jornalero.

Para prepararse para su turno, el jornalero se sumió en profundos pensamientos. Por fin, preguntó: "¿Qué tiene el corazón de un tigre, la sabiduría de un águila y la fuerza de un buey?"

Entusiasmado con el acertijo, el monje se puso en pie y comenzó a pasearse por la habitación. Permaneció en silencio durante seis horas, mientras reflexionaba sobre la adivinanza del jornalero. Pronto se cansó y, al final, la furia y el desdén inundaron su rostro. "¡En fin, me rindo!", sollozó agitando los brazos. Sacó su bolsita de monedas a regañadientes y contó quinientas preciosas piezas de oro para el jornalero. El campesino aceptó satisfecho las ganancias.

El monje miró a su compañero. "¡Bien!", dijo finalmente. "¿Cuál es la respuesta a tu acertijo?"

En silencio, el jornalero le dio al monje cinco monedas de oro.



El General y el Mercader

Hace mucho tiempo, un general del Ejército Imperial esperaba en la Gran Muralla la llegada del enemigo. Un joven mercader ambulante se aproximó para dejar sus provisiones y le preguntó al general si creía que la batalla iría bien.

"Si la fortuna nos favorece, venceremos", respondió el general.

Era un tema que el mercader conocía muy bien. "¡La fortuna es muy caprichosa! ¿Cómo sabes que estará de tu lado?", preguntó
El general se sacó una moneda del bolsillo. "¡Veamos por dónde sopla el viento!", dijo mientras lanzaba la moneda al aire. "Si sale cara, nuestras defensas resistirán. Si sale cruz, traspasarán el muro". Muchos de sus hombres se arremolinaron alrededor para presenciar el desenlace, y empujaban ansiosos para ver la moneda aterrizar. Rebotó, giró y por fin se detuvo. ¡Cara! Resonaron los vítores.

Al día siguiente se libró la batalla. Los defensores resistieron al invasor. Aun en inferioridad de treinta contra uno, los defensores se erigieron victoriosos.

El mercader se quedó impresionado por la confianza y la buena fortuna del general. "¡Te has jugado la moral de tus hombres!", dijo. "¿Cómo podías estar tan seguro?".

El general sonrió y se sacó la moneda del bolsillo, para que el mercader pudiera inspeccionarla. Los dos lados eran cara. "Según mi experiencia, podemos labrarnos nuestra propia suerte", respondió.



El señor de la guerra y el monje

En cierta ocasión, un señor de la guerra mongol se volvió lo bastante poderoso para amenazar a todo El Bosque de Maolan.

"¡Destruiré el imperio!", proclamó ante las puertas del Templo del Dragón. "Y los vuestros volveréis a dedicaros a servir."

Desde las almenas se escuchó la voz de un solo monje: "¿A cuántos soldados traes para retarnos?".

"¡Traigo un ejército de cien hombres!", desafió orgulloso el señor de la guerra.

"Pues tras esos muros tenemos quinientos", dijo el monje, confiado.

El ejército mongol se inquietó y comenzó a cuestionar a su líder. Al final, sus corazones se llenaron de dudas y todo el ejército huyó.

¡El señor de la guerra estaba furioso! Abandonó el templo y buscó a sus aliados. Tras largas discusiones, amenazas, promesas y oraciones, el caudillo volvió a reunir a su ejército.

Ante las puertas del Templo del Dragón, el señor de la guerra gritó: "Traigo a seiscientos mongoles para desafiar a tus míseros quinientos defensores".

Desde las almenas se escuchó a un solo monje. "¿No habíamos mencionado que cada uno de nuestros monjes tiene un dragón adulto que se alimenta de mongoles? Siempre están hambrientos".

Como respuesta, el ejército volvió a disolverse, dudando de su determinación y escondiéndose en el interior de la región.

¡El señor de la guerra estaba furioso de nuevo! Intentó volver a reunir a sus tropas. Pasaron muchos años, pero volvió, y esta vez con una legión de mongoles y leones Rui Shi y armas robadas de las tumbas de antiguos emperadores


"¡Arrodillaos, suplicantes!", gritó el señor de la guerra. "Traigo mil hombres y quinientos leones a vuestras puertas. Tengo armas mágicas y poderes oscuros que invocar."

Desde las almenas se escuchó la voz de un solo monje: "¿Y ya habéis encontrado a nuestro espía? Es de lo más listo".

En ese momento, los soldados comenzaron a mirarse los unos a los otros. Todos sospechaban que alguien podía ser un traidor o un espía. Entre ellos no existía la confianza, solo la fuerza y la agresividad.

La guerra se desató ante el templo cuando los mongoles comenzaron a matarse entre sí, liberando toda la fuerza de las dudas, el temor, el odio, la violencia y la desesperación.

Cuando el humo se disipó, solo quedaba el señor de la guerra ante las puertas. Había matado a muchos de sus antiguos aliados, y se quedó sin amigos que le ayudaran a reclamar el trono.

Del templo salió un solo monje que observó la escena de la batalla y se dispuso a limpiar el desastre.

"¿Dónde está tu ejército?", preguntó el señor de la guerra.

"Lo has traído contigo", le dijo el monje con una sonrisa. "Amigo, si vas a asestar el primer golpe, ya has perdido".

19 oct 2012

El Cronista Errante


No me gusta hablar sobre mi profesión.
Sí, soy cronista, recopilo historias, traduzco textos e investigo leyendas... pero no un cronista cualquiera. Mis antepasados me legaron este texto para ayudarme en este cometido. A pesar del paso de los años, aún me cuesta creerme todo esto, pero algo de razón debe haber en un escrito tan antiguo, cuya única referencia que conozco, soy yo mismo.

*_*_*_*
* * * *

Inmortalidad.

Viajar en el tiempo.

Viajar entre los diferentes Planos o Esferas Dimensionales.

Don de lenguas.

Esas son mis capacidades. Cualquiera diría que soy un Dios, un ente superior. Pero también tengo impuestas un par de normas:

No puedo viajar dos veces al mismo espacio de tiempo. Si me encuentro conmigo mismo, la realidad se colapsaría.

No puedo interferir en la vida de otros seres.

Y por si eso fuera poco, debo cumplir con una misión:

Debo recopilar la Historia de cada mundo al que viaje.

¿Seguís creyendo que soy una especie de espíritu guardián? ¿Un eterno vigilante de la Creación?

¿Y si os dijera que esto es en realidad fruto de una conspiración, que soy parte de una maldición que afecta al Universo, de un error que intento enmendar pero que significará terminar con todo vestigio de mi existencia? ¿Todavía queréis saber quién soy?

Soy un Cronista. Pero no un cronista cualquiera. Soy El Cronista. Cronista Errante, me suelen llamar.

Hace… bueno, alguna vez, creo recordar que fui un ser humano. Aún hoy guardo la apariencia de esta raza que se ha generado en distintos Planos. Una raza inigualable… como tantas y tantas otras.

En algún momento de la vida de mi yo humano, algo debí hacer que no estaba permitido por las leyes insondables del Universo. Algo terrible y prohibido. Tan prohibido, que los Vigilantes Eternos me encerraron en su Esfera personal…

Ah, claro, que no conocéis a los Vigilantes… bueno tal vez sí, no sé.

En algunos mundos se les da diferentes nombres, nombres místicos y que evocan imágenes poderosas. En otros su presencia jamás fue revelada a ningún tipo de ser, o, directamente, no había seres capaces de comprender su poder. Puede que, si vosotros pertenecéis al primer grupo de seres, les hayáis llamado simplemente Dioses.

Ellos me retuvieron en su… ¿Mundo? ¿Reino? ¿Lugar?

No… es excesivamente complicado de explicar en dónde viven ellos. Símplemente os contaré lo que me hicieron y las razones que usaron.

Para el momento en que se presentaron ante mi, ya había olvidado quién, qué, cómo era o de dónde venía. Me dijeron que era por mi propio bien.

Me explicaron que había atentado contra la Ley del Universo. Que ya no podía seguir ejerciendo mi vida mortal. Que su misión como Vigilantes era velar porque esa Ley no fuera violada por seres contingentes como yo. Ahora que me tenían, debían usar parte de su existencia para crear una herramienta que arreglase un fallo en el sistema del Tiempo. Un fallo que yo había provocado. De algún modo u otro, yo había logrado revertir el paso del tiempo de todo un Plano Dimensional. Aquella violación temporal había provocado que todo aquel Plano se diseminase por la realidad de otros Planos o Esferas de todo el Universo. Es decir, que había destruido uno de los Planos Dimensionales y ahora su existencia se encontraba en todas partes del Universo que los Vigilantes debían cuidar. Pero eso no era todo: el Universo, por lo que pude aprender (quién sabe si en unos minutos o en miles de años), está conformado como una… un… ¿engranaje? ¿mecanismo? Sí… eso. Como una gran máquina. Cada Esfera representa una parte de ese mecanismo y si se produce un fallo en una parte, ése error repercutirá por toda la eternidad, aumentándose cada vez más, creciendo… por toda la Eternidad.  Esa era la Ley Universal que había transgredido. La Ley del propio Universo.

Quizá algún momento pensé que para haber hecho eso, yo debía de haber sido un mortal inmensamente poderoso, pero los mismos Vigilantes se negaron a hablar sobre mi vida pasada. Si quería conocer mi realidad mortal, debía reunir todos los pedazos de mi Universo que hubiera por ahí esparcidos. Pero eso sólo significaría recomponer… por así decirlo, el ADN del Universo. Una vez lo encontrase en su totalidad, los Vigilantes lo reconstruirían para que no volviera a pasar el “fallo”. Es decir, yo.

Mi deber entonces, como os he dicho, es viajar por todo el Universo. Recopilando información sobre toda la existencia de cada Plano, de cada sub-universo existente. No podía omitir ninguno, pues el… “ADN” de mi Esfera ha podido caer en cualquier parte.

Quizá os preguntéis qué tiene que ver el recopilar Historias Universales con encontrar el Plano en el que yo existí. Bueno, al principio yo también me lo preguntaba, pero con el tiempo fui descubriendo pequeños elementos, trazas de existencia que se habían acoplado al código existencial… el “ADN”, de aquellos mundos por los que viajaba. Es algo, muy difícil de explicar y menos de comprender, pues yo aún no consigo entenderlo. Pero cada vez que recopilo el ciclo de vida de todo un Plano (la vida de las Dimensiones es cíclica, cuando termina, vuelve a empezar), observo pequeños errores que poco a poco, en cada ciclo de existencia, se van haciendo mayores y más caóticos. Cosas que no deberían existir en una Dimensión, de pronto, ¡pof! aparecen ahí.
Ya os digo, no es sencillo de comprender.
Una vez que detecto esa anomalía, “desciendo” (porque en realidad no vengo de “arriba”, simplemente caigo por la gravedad… uhm olvidadlo) al momento exacto en el que esa anomalía de mi Realidad se va a producir (es lo que tienen los ciclos, que se repiten) y detenerla, reducirla a la nada. La manera de hacerlo es diferente cada vez.
Una vez expurgado un Plano, dejo que su ciclo vuelva a empezar y me marcho a otro, a probar suerte.

Así una y otra y otra vez… por todo el Cosmos.

¿A que ya no os parezco tan poderoso? ¿A que ya nadie querría estar en mi lugar?
Seguro que la eternidad a vosotros os suena a algo genial, pero ya os aseguro que mis días, a pesar de saber que serán largos… bueno, tendrán un final. Sí, es… es raro. La eternidad y la inmortalidad supuestamente van ligadas, ¿no? Pero en mi caso no es así.
Los Vigilantes me prometieron eternidad pero no existencia. De hecho, confirmaron que dejaría de existir una vez terminase mi tarea.

No hay manera de huir de los Vigilantes. Casi todos ellos dejaron un… hmmm ¿avatar? ¿una representación? de su existencia en cada Universo, por seguridad, aunque no pueden presentarse en ellos realmente, pueden recibir información de lo que acontece en el Universo en el que dejaron una imagen suya. Es su única limitación. Creo.

Sí, voy a ser su herramienta eterna, voy a ser un ente infinito pero sin vida, pero yo me encargaré de hacer que mi labor sea la fuente de mi existencia real. Recuperaré las partes de mi mundo perdidas y se las entregaré a mis verdugos (pues eso es lo que soy, un condenado a muerte) y ellos evitarán que algo como lo que fui volviera a existir. Sí. Pero haré algo que ellos nunca podrán hacer. Dejaré mi huella infinita en cada Dimensión por la que pase. Una huella silenciosa, realmente vigilante, que velará por que en cada Esfera haya memoria de mi existencia. Mayor o menor, de gran o pequeña importancia. Mis Crónicas, sus Historias, harán que yo viva por siempre, en cada ciclo planar, en sus memorias y corazones.
Tendré que saltarme las normas de no intervención pero a cambio, conseguiré que, de una u otra forma… siempre haya un Cronista Errante en el Universo. 

1 sept 2012

Un templario español en Tierra Santa: la última cruzada


Las fuertes olas arremetían contra el casco de la nave "Halcón", mientras sus tripulantes intentaban por todos los medios guardar la calma ante tamaña tormenta.
Llevaban varios días en mitad del mar Mediterráneo y ni el cielo ni las aguas parecían darles un respiro. Para algunos, aquello era un mal presagio. Para otros, una prueba de fe.
Al menos, eso es lo que intentaba transmitirles el sacerdote que iba con ellos.
Entre el estruendo de las enormes olas y el bramido de los truenos, el Padre Olivar se hacía oir por encima de todo aquello.


-¡HERMANOS! ¡DIOS NOS QUIERE PONER A PRUEBA! ¡QUIERE SABER SI SOMOS LOS LIBERTADORES QUE LA TIERRA DE CRISTO TANTO NECESITA! ¡DESEA QUE NOS SOMETAMOS A SU VOLUNTAD! ¡NO QUIERE DÉBILES EN SU LUCHA!


Los marineros hacían lo que podían por mantenerse firmes en sus puestos. Los remeros, muertos de frío y miedo, daban hasta el último aliento de sus cuerpos por seguir cumpliendo su tarea. El sacerdote, mientras, seguía proclamando a voz en grito:


-¡DIOS ES MISERICORDIOSO! ¡PERDONARÁ A AQUELLOS QUE CREAN EN SU PALABRA! ¡CONFIAD EN LA VOLUNTAD DE CRISTO NUESTRO SEÑOR! ¡ELEVAD VUESTRA PLEGARIA Y ÉL, OMNIPOTENTE COMO ES, SABRÁ QUE LE SOIS FIELES!


Inmediatamente, toda la tripulación entonó a una:


"¡Dios, mi señor, consigue con mi espada, que aquellos que te buscan te encuentren. 
Dame fuerza para los desalentados, dame esperanza para los oprimidos, dame misericordia para los arrepentidos, y da tormento a los perversos y ante todo, justicia a los excluidos.!"


El capitán de aquel navío, un joven templario recién ascendido, se mantenía en silencio.

Hacía poco tiempo que era templario, pero el antiguo capitán de aquel barco ya se lo había comunicado en su lecho de muerte:

-Has sido como un hijo para mi, siento que serás mejor marino que yo, pero... pero no te hagas el  héroe en Tierra Santa... allí no hay nada que liberar, no hay ninguna redención que alcanzar. Si algún día desembarcas en aquellas costas recuerda esto: el poder es aquello por lo que en realidad lucha toda esta gente. Cree en lo que quieras, Ricardo, pero recuerda que no es Dios quien da cetros ni reparte muerte en las guerras de los hombres...

Desde aquel día, poco a poco, Ricardo de Flor fue viendo cómo aquel sistema, aquellas promesas del reino de los cielos en el otro lado del mar no eran más que patrañas. Si de verdad Dios estaba junto a todos aquellos nobles guerreros, rufianes desdichados y piadosos clérigos que llegaban a Jerusalén, Ricardo no lograba entender entonces por qué les dejaba morir en la tierra que vio nacer y morir a su propio hijo y sobre la que comenzó todo por lo que luchan sus cientos de fieles.
¿Será posible que ese Alá sea el verdadero Dios?

...

Ricardo desechó de inmediato esa idea. Y volvió a rememorar las palabras de Vessel, su mentor, aquel que le rescató de la miseria y que le dio una oportunidad y un propósito por el que vivir, por falso que éste fuera.
Ese era su auténtico credo. Y rezó en silencio, manteniendo firme el timón de popa y sujetándose con gallardía a él ante la temible tempestad.

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Los últimos informes que llegaron de oriente hacía aproximadamente un mes señalaban que los sarracenos habían asaltado con éxito los puestos avanzados y fortalezas circundantes a la ciudad de San Juan de Acre.
La resistencia cristiana en Tierra Santa agonizaba. Ya no era una guerra por conquistar lo que creían derecho propio, sino una guerra por mantener el orgullo ante el islam y salvar los tesoros saqueados por doquier. La última cruzada acudía como el ataque a la desesperada de una bestia agonizante como era el cristianismo en oriente en aquel momento. La última esperanza para todos los planes del papado y los reinos cristianos de conseguir la liberación eterna.

Y entre aquellos últimos enviados, los restos de un ejército nunca formalizado pero sí imperturbable ante las amenazas, convencidos de que hacían lo correcto, entre aquellos últimos reservistas de la mayor arma de la humanidad jamás conocida (la fe) estaba Ricardo de Flor. De heredero de nobles a pícaro pordiosero, a marinero y de ahí, a templario. Y uno de los que más reconocimiento pudo tener en los últimos años en los que duraron las Cruzadas. La historia cuenta que pasó algo así:

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El navío "Halcón", capitaneado por el joven Ricardo, llegó a Tierra Santa en el año 1291, junto a otras naves que llegaban a cuentagotas desde todos los puertos del Mediterráneo. Desembarcaron en la última ciudad asegurada por los templarios que quedaba: San Juan de Acre.
La situación era terrible. Cientos de personas se abalanzaban sobre los recién llegados. Algunos elevaban alabanzas por su venida. Otros les proferían maldiciones. Otros les suplicaban y rogaban que les dejaran sus barcos para huir en ellos.

Nada mas contactar con el capitán templario designado en aquella zona, Ricardo de Flor y su compañía de más de cien hombres (algunos, templarios, otros, meros mercenarios) recibieron todo tipo de detalles sobre la situación... la cual no era ni medianamente alentadora.

Los infieles se encontraban a pocos días de la ciudad. Ya habían atacado con anterioridad, pero lo reducido de sus ataques desveló que no se trataban más que de tanteos a sus defensas. Con la llegada de los refuerzos de Ricardo, los enemigos podrían no esperarse una resistencia mayor y enviar todavía pequeñas fuerzas de asalto fácilmente rechazables.

Ricardo, con gran atrevimiento, preguntó al Capitán de Acre:

-Señor, la defensa de Acre puede prolongarse durante meses sí, pero una vez que el enemigo afianze todas las rutas en el interior, sólo nos quedará el mar para recibir suministros. Y por lo que veo, sólo contamos con una nave aparte de las otras cuatro que trajimos nosotros.

-Así es, Don Ricardo. Ya habíamos pensado en ello. El barco que ven es de unos hermanos templarios asentados en Chipre que nos envían todo lo necesario cada semana.

-¿Y si consiguen atravesar nuestras defensas?

El Capitán se quedó callado unos instantes. Ambos sostuvieron la mirada en aquel intervalo, pero fue Ricardo quien habló de nuevo:

-No hay planes de huida, ¿verdad?

-Siento tener que pedirle esto, Don Ricardo, pero sus barcos tendrán una misión secundaria que Dios quiera que no tengan que cumplir: deberán llevar a todos los que puedan salvar si las murallas se ven sobrepasadas a un lugar seguro. Preferiblemente el puerto de Limassol, en Chipre. En caso de tener que huir precipitadamente, deberán seguir las indicaciones de Sir Remington, el hermano templario que capitanea la nave chipriota.

Dadas las instrucciones claramente, no les quedó más que situarse en sus puestos y esperar. Esperar lo inevitable.

Al décimo día de su llegada, los vigías avistaron a un explorador a caballo atravesando la planicie que se extendía frente a ellos. Parecía más un mensajero que un explorador por lo acelerado de su paso, pero aquella semana no aconteció nada especial.

Tuvo que pasar un mes para que ocurriese algo realmente remarcable en Acre.

Un rápido contingente de soldados a caballo llegaron en plena noche ante las puertas de la ciudad amurallada. Muchos fueron acribillados por la lluvia de flechas antes incluso de aproximarse, pero unos pocos consiguieron llegar ante las primeras defensas que se situaban al pie de la fortaleza. No consiguieron mucho y según los soldados, no debió de sobrevivir ninguno.

¿Seguían tanteándoles de esa manera a esas alturas?

Pero pronto, aquel esporádico ataque nocturno se multiplicó por diez en frecuencia y fiereza. Con el paso de los días, la fortaleza de Acre se rodeaba de cadáveres sarracenos y cristianos, aunque en su interior se mantenían a salvo, los nervios de los templarios estaban a flor de piel.

Al sexto mes de su llegada, Ricardo de Flor ya no tenía ninguna duda de que los sarracenos no tenían otra intención que desgastar sus fuerzas de forma lenta y prolongada hasta que se rindieran... o huyeran. La abundante población civil se arremolinaba ante cada mercenario o soldado que veían pasar. Estaban desesperados, ya nadie quería permanecer en aquel lugar claramente olvidado por Dios. No llegaban más refuerzos, a pesar de que recibían suministros desde Chipre, no eran ni suficientemente abundantes ni frecuentes. La catástrofe se podía prever fácilmente. El único que no parecía querer verla era el capitán de la guardia templaria, quien aún mantenía la esperanza de que llegara una última fuerza templaria con hombres y armamento de sobra para poder salir de la ciudad y plantar cara al ejército sarraceno, asentado en las montañas de alrededor.

Ricardo no podía esperar más. Acre iba a caer, y quería estar preparado para cuando llegara aquel momento. Sabía qué era lo que aquellos hombres valoraban más. Los ricos, nobles y saqueadores que había n llegado allí. Lo que su maestro Vessel le había enseñado era verdad. Él demostraría a todos que las promesas por las que habían ido allí no eran más que falsedades que pretendían ocultar la verdad.

Eligió buen momento para pensar en todo aquello, pues aquella misma tarde el ejército sarraceno se presentó en toda su magnificencia ocupando todo el horizonte visible desde las murallas de Acre.
Era el ultimátum a aquella ciudad. No iban a dejar nada ni nadie con vida.

Rápidamente, Ricardo dio la orden a sus hombres que ya habían acordado. Una vez que se pusieron en marcha, él unicamente esperó junto al capitán de Acre. Aguardando sus órdenes.

Tras unos minutos de contemplar (con plausible terror, pero con estoicismo) el avance del implacable ejército infiel, el capitán de Acre se dirigió a Ricardo, totalmente apesadumbrado:

-Don Ricardo. Tenías razón al sospechar de nuestra seguridad. La ciudad no puede soportar tamaña fuerza arrolladora. Tus naves... tendremos que evacuar la ciudad en tus naves.

-Por supuesto.

El capitán respiró aliviado.

-Pues pongámonos en marcha...

-Hay un problema, capitán.-dijo Ricardo de improviso.

-¿Cómo? ¿Qué problema?

-No puedo llevar a todo el mundo en mis naves, señor. Me es imposible. Así que, como todo en esta Tierra que se considera más sagrado son el poder y las riquezas, me temo que habré de pedirles aquello que en realidad más valoran.

El capitán de Acre no podía creer lo que estaba oyendo.

-¿Cómo dice?

-Señor, - prosiguió Ricardo, totalmente sereno. - La misión que se nos impuso al venir aquí fue la de ganarnos el Reino de Dios. Curiosamente, durante mis años como Templario y mis meses aquí recluido, he aprendido más sobre lo que es realmente ese Reino de Dios que antes de ingresar en la Orden.
Todo son patrañas, mi señor. La guerra santa no es mas que un dulce servido en bandeja de plata a los reinos cristianos por la Iglesia para que éstos dejaran de matarse unos a otros en su propio terreno. Colocando a Cristo de por medio, nos han hecho creer que el dulce sabor de la guerra era nuestro cometido, evitar que los infieles se hicieran con él... pero resulta que el dulce es una excsusa a su vez. Lo que todo el mundo quiere es la bandeja de valiosa plata. Si ya de paso tiene que pelearse por un dulce, que sea contra los infieles... ¿verdad?
Dígame, ahora capitán. ¿Donde está Dios en todo esto? Yo, sinceramente no lo veo y dado que mi cometido desde que entré a formar parte de todo este circo fue conseguir la gloria que le fue arrebatada a mi familia, pienso cumplirlo con todas sus consecuencias.

-Está usted loco si piensa que...

-Quiere morir a manos de los sarracenos, ¿es eso? - se situó cara a cara con el capitán, sosteniéndole la mirada, llena de confusión y culpabilidad- ¿O prefiere vivir?

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La gente se agolpaba en torno al muelle. Apenas quedaba una hora para que toda la fuerza sarracena irrumpiera en Acre y arrasara con todo.

Tal y como había previsto Ricardo, aquellos que intuirían el desastre, se habían acercado al puerto con intención de subirse a los barcos allí amarrados y huir, pero se encontraron con que las naves templarias, entre las que se incluía la nave chipriota de Sir Remington. Únicamente se hallaba cerca de la costa (y con la pasarela subida) el "Halcón".

Cuando Ricardo llegó ante su nave, sus hombres le cubrieron y él alzó la voz para hacerse oír entre los gritos de protesta de los cientos de personas allí reunidas.

-¡Sé que tenéis miedo! ¡Sé que queréis huir! Pero la vida en esta Tierra de Dios tiene un precio. Y no es un precio simbólico de fe. Es uno real. Todos veníais buscando o bien la gloria o bien el perdón de Dios. Bien, pues yo os digo, que aquí no encontraréis nada de eso. Bueno, puede que algo sí encontréis: si queréis de verdad que Dios os perdone por vuestros pecados, debéis comprar vuestra vida con aquella riqueza que hayáis hecho en esta tierra. Robada, o trabajada, da igual. Todo por lo que habéis venido aquí era falso. No vale la pena discutir por ello ahora.
Depositad en estos arcones vuestras pertenencias. Os prometo que devolveré la mitad de todo ello cuando lleguemos a tierra, en Chipre. Una vez allí, podréis rehacer vuestras vidas.

Se elevó un fuerte griterío por parte de aquellos que apenas poseían nada, pero todos comprendieron que Ricardo hablaba con razón y verdad en sus labios. Habían estado cegados por la codicia y la soberbia y se habían dejado manejar por intereses que a ninguno de ellos les concernía en realidad.

Debían abandonar aquel lugar cuanto antes.

Los más razonables pero más ricos, no dudaron en depositar alhajas, ropajes caros y joyas en las arcas. Los siguientes fueron los mercenarios y otros soldados, que dejaron como señal sus armas y armaduras.
Los mas miserables o bien los que  valoraban demasiado su vida como para sacrificarla ante los infieles, se quedaron en tierra, en silencio, acudiendo a las murallas para entregarse a un último suspiro guerrero y desesperado.

Ricardo contó casi un centenar de personas las que había conseguido salvar. Todos grandes personajes ricos que sabrían inventarse sus historias sobre cómo defendieron Acre hasta el último momento hasta que les pudieron las fuerzas.

Lo que pocos se imaginaban, era que, una vez llegados a Chipre y desembarcada la tripulación de refugiados, Ricardo, junto con unos pocos de sus hombres, volvieron a soltar amarras rápidamente y antes de que nadie pudiera reaccionar, se marcharon con viento a favor junto con todas las pertenencias de aquellos que habían vendido todo por lo que habían luchado a cambio de su vida.

Aquello no pasó desapercibido para Sir Remington, que informó inmediatamente a sus superiores, quienes pusieron en búsqueda y captura a Ricardo de Flor, además de eliminarle del cuadro de honor de la Orden y de cualquiera de sus privilegios.

En cuanto puso un pie en un puerto francés, todos los caballeros templarios que pudieron reconocer la nave y a sus hombres, ordenaron la eliminación de todo distintivo de la orden en ella y la incautación de aquellos bienes incautados indebidamente. Aquello supuso un revés para los planes de Ricardo de refundar la Casa de su padre, pero por fortuna, dado que Vessel le hizo propietario del barco "El Halcón" antes de recomendarle a sus superiores para ingresar en la Orden, ésta no podía arrebatárselo, por lo que no tuvo otra que regresar allí donde había comenzado todo: al puerto de Barcelona. Con lo que pudo evitar que se llevaran, contrató a unos mercenarios y así pudo llevar la nave hasta la ciudad condal.

No pasó mucho tiempo hasta que le reconocieron a él y a su nave. Por lo visto, las historias de Tierra Santa se distribuían por el Mediterráneo con pronta facilidad. Allí, en Barcelona, fue requerido por el mismísmo Re y de Aragón: Federico II de Sicilia, para comandar las fuerzas militares especiales con las que acudir a la conquista de Valencia, ocupada hacía años por los moros.

Ricardo no tuvo más opción que hacer de líder y comandar la lucha contra los infieles... una vez más.




La historia no cuenta si realmente lo hizo con deseos de guerrerar o símplemente por resignación, recordando las palabras de su maestro Vessel: de que Dios ni colocaba cetros, ni repartía muerte en las guerras de los hombres







6 jul 2012

Un templario español en Tierra Santa: el inicio


-Puerto de Barcelona, 1274-

La mañana se presentaba en el puerto como otra cualquiera: pescadores que comenzaban su faena, aparejadores llevando tablas, cuerdas y herramientas de un lado a otro, vendedores que abrían sus tenderetes disponiendo la mercancía a vista de todos… y soldados. Cientos de hombres armados se disponían a embarcar en grandes navíos con deslumbrantes cruces rojas tintadas en sus velas.
Eran las cruzadas: la lucha contra los infieles en Tierra Santa hacía su llamamiento a todo aquel capaz de empuñar un arma y morir, con tal de expiar sus pecados.

Los Templarios habían adquirido especial importancia conforme pasaron los años del conflicto. Pasaron de ser monjes guerreros, a consolidar un auténtico poder militar en toda Europa y parte de Tierra Santa.

Muchos eran hijos de nobles o herederos de grandes fortunas… pero la guerra requería fuerza bruta, carne con la que alimentar las espadas sarracenas y sangre con la que bañar los desiertos en torno a Jerusalén. Esa función la cumplirían aquellos pobres desdichados que creían, fervientemente, que su sacrificio los expurgaría de sus faltas y se convertirían en héroes terrenales.

Allí, en mitad del trajín del puerto de Barcelona, un joven harapiento soñaba con embarcar algún día en una de las naves templarias. Observaba a todos los nuevos reclutas día sí y día también. Los que más equipaje llevaran o mejor armadura luciesen, daba por supuesto que pertenecían a la nobleza. Por otro lado, estaban los que portaban fardos ligeros, o apenas nada a la espalda, y, con suerte, una espada reforjada a partir de restos de hierro y otras piezas metálicas. Nadie podía enrolarse en un barco templario si no llevaba, al menos, un arma propia, y los más pobres se las ingeniaban como podían para fabricarse una espada, una maza o cualquier otro elemento cortante o contundente que los templarios pudiesen dar por válido.

El chico no poseía nada más que una daga, arrebatada a un borracho desmayado en las traseras de una taberna hacía unos meses. Unas botas remendadas, una camisa de esparto, unos pantalones que en algún momento habrían sido parte de un saco para guardar legumbres, pero, la posesión más valiosa de todas era una que llevaba siempre consigo, para recordarse quién era en realidad: una insignia de su familia, el escudo de su padre: Ricardo Blume, halconero real del emperador Federico II. La medalla, ya desgastada por los años, mostraba una flor enmarcada en una enredadera. Él habría sido un miembro de la alta nobleza… de no ser por la guerra. Aquella estúpida guerra de la cual conocía pocos detalles, pero que le valió el despojo de todos sus bienes ante los vencedores. Por suerte, él pudo escapar siendo muy niño y supo arreglárselas con algo de oro que pudo sustraer de la casa en la que vivía. Sacó su medalla del pliegue de la bota en la que la guardaba y la vio una última vez antes de guardarla. Mirarla le producía una extraña sensación de seguridad en todo lo que hacía.

Ahora ya no era un niño. Sabía de sobra que su herencia había desaparecido junto con los ejércitos del emperador. Y allí, en el puerto de Barcelona, tras años viendo embarcarse a multitudes hacia una nueva vida, él también quería cambiar. Pero necesitaba a alguien que pudiese introducirle en aquel mundo. Él sólo, un pícaro desheredado y vagabundo no tenía ninguna oportunidad. ¿Qué podía hacer?

Paseó por entre la multitud observando las diferentes galeras. Unas ya habían visto unas cuantas batallas a juzgar por sus remaches y la madera descascarillada, pero otras parecían recién salidas del astillero, nuevas, relucientes y orgullosas.

Todas tenían grabado, en la parte alta de la proa, un nombre que decía mucho del capitán del barco o del país al que pertenecía su tripulación: El Florín, Vírgen de la Mar, Punta de Lanza, El Halcón… un momento, ¿Halcón? Aquel nombre le recordó nuevamente a su padre. Se fijó en que aquella galera, además del nombre, su proa terminaba en un elegante halcón con las alas extendidas tallado en madera. Algo decía que él debía pertenecer a ese barco, a su gente…

-¡Eh, tú, chico! – alguien le llamó la atención desde el otro lado del muelle. – Tengo algo que ofrecerte… ¡Ven aquí, ¿quieres?!

Aunque receloso, se aproximó adonde estaba aquel hombre. Estaban junto a otros tres fornidos, parecían todos mercenarios, ¿podrían ser parte de la tripulación de El Halcón?

-¿Qué, te gustan los barcos? – le preguntó uno de ellos.

No supo qué responder. Pero asintió con la cabeza.

-¿Y las cosas brillantes? – le preguntó otro por su izquierda.

-Hemos visto que te has guardado algo brillante en tu bota… ¿nos lo enseñas?

Quiso echar a correr, pero ya era demasiado tarde. Le agarraron por los hombros y le cortaron el paso haciendo un círculo en torno a él. Eran demasiado grandes como para zafarse de ellos fácilmente. Había sido una estupidez sacar la medalla de su familia en mitad del puerto a plena luz del día.

-¡Quítale la bota! – dijo el que le había llamado al principio.

Le agarraron con más fuerza todavía y le taparon la boca para que no pudiera gritar. Cogieron la bota y rebuscaron entre sus pliegues la ansiada medallita.

-¡Vamos vamos! – apremió otro mirando alrededor. La gente aún no se había inmutado que le estaban robando a un pobre chico.

La encontraron antes de lo que esperaba. La medalla con la flor y las enredaderas. Los cuatro hombres miraron sonrientes aquel premio y, por lo visto, comprendieron de qué se trataba.

-¡Este chico es un noble!

-¡Seguro que tiene riquezas!

-¡Y tierras!

-¿Y por qué anda casi desnudo?

-Seguro que se escapó de casa…

-¿Y si lo han desheredado?

Sus elucubraciones duraron demasiado tiempo. Alguien se acercó a ellos y carraspeó sonoramente para llamar su atención. Los ladrones se volvieron hacia aquel impertinente furiosamente, con el chico todavía bien agarrado por pies y manos.
Su expresión de pocos amigos palideció inmediatamente cuando vieron al que había osado acercarse: era un caballero templario.

No un mercenario ni siquiera un joven rico que se enrolaba a sus filas por fama y riquezas, no. Un auténtico templario ataviado con la capa blanca, el tabardo con la cruz roja, cota de malla y espada a medio desenvainar.

-Disculpen, pero creo que se me ha perdido algo, un chico un tanto despistado y sucio… ¡oh! vaya, veo que ya lo han encontrado, y lo tienen bien sujeto, ¿eh? Sí, suele correr mucho. – dijo, señalando al joven apresado. - ¿Pueden devolvérmelo? Si no lo hacen por mí, háganlo por la Orden del Temple. –Endureció su expresión, tornándose ligeramente más amenazadora- Espero que sepan ser comprensivos.

Los matones de puerto dejaron caer al suelo al chiquillo. En cuanto dieron la espalda al caballero templario, huyeron puerto abajo.

No podía creer que le hubiese salvado un auténtico templario. Él sólo, con su voz imponente y su pulso firme…

El caballero se agachó para ayudarle. Era un hombre maduro, curtido en batallas, con barba y pelo poblado de canas y mechones grises, pero que todavía poseía la gallardía y la energía de quien en su interior todavía se sabe joven y capaz.

-Ey, chico, ¿estas bien?

Él asintió, calzándose la bota de nuevo. Maldijo para sus adentros. Aquellos bribones se habían llevado finalmente su insignia familiar.

-¿Cómo te llamas? – volvió a preguntar el templario

Tragó saliva. Hacía mucho que no le preguntaban su nombre. No podía dar su auténtico apellido de Blume, así que recurrió a su ingenio.

-Ricardo. Ricardo de Flor.

-A mi puedes llamarme Vessel, de la nave El Halcón – dijo, señalando la galera amarrada a pocos metros. Sonrió ligeramente y miró firmemente a Ricardo a los ojos – No me engañas con ese apellido de “Flor”, Ricardo. Sé bien de donde venís. Tú y tu insignia.

De pronto, Ricardo se dio cuenta de que ya no tenía la medalla por ningún sitio.

-Se la llevaron, yo… yo ya no tengo nada de mi familia.

-Tranquilo. – Le puso una mano en el hombro – Yo también sufrí las calamidades de aquella guerra, hasta que ingresé en la Orden. Desde entonces, mi vida tiene sentido, merece la pena. ¿Querrías que la tuya cambiase? –dirigió su mirada hacia el gentío que se agolpaba en el mercado portuario- ¿O prefieres vértelas de nuevo con esos tipos?

Ricardo abrió mucho los ojos. Parecía imposible. ¿De verdad? ¿Aquel hombre, Vessel, hablaba en serio?

-Si quieres subir a mi barco, -prosiguió el templario- deberás dirigirte a mí como Capitán y dejar tu vida en manos de los Caballeros Templarios – le dijo mientras se incorporaba.

Vessel se dirigió a la escala que daba acceso al barco.

-¿Y bien?

Ricardo no pudo pensárselo ni un segundo. Lo tenía totalmente claro.

-¡Sí mi señor! – respondió con una inusitada seriedad.

Fue corriendo a subir por la pasarela, pero Vessel le cortaba el paso, con el ceño fruncido. Ricardo se dio cuenta de su error.

-¡Sí, mi capitán!

El rostro de Vessel se relajó, asintió y dejó pasar a Ricardo.

Ricardo de Flor.

Su leyenda acababa de empezar.

19 may 2012

Criaturas de Gasalia: Criaturas mágicas



Continúo investigando la obra de Ethan Dariel y por fin he reconstruido lo que creo que es el bestiario completo de las criaturas míticas de Gasalia. Estas criaturas son algo más cercanas a los animales y bestias, pero con características especiales que las convierten en seres superiores, a veces incluso por encima de las criaturas civilizadas o tribales. Sin duda, el único rasgo que les aleja de ser criaturas superiores en todos los sentidos a las expuestas en el anterior capítulo es el de la inteligencia y una relación muy estrecha con la magia. 


Sí, en efecto, estas criaturas fabulosas poseen magia pero no al nivel que, por ejemplo, un duende o una ninfa, que, hasta donde sabemos, hacen uso de pequeños poderes internos con total conocimiento de ellos.
Será mejor que no me ande más por las ramas. Esto que encontraréis aquí es sólo una selección de las más increíbles de todas las criaturas míticas de Gasalia. Hay (o hubo) muchas más en el bestiario de Ethan Dariel, pero a grandes rasgos, sólo resultan ser variantes de las mismas criaturas aquí ya expuestas.


Dragones

Sin duda, la criatura con mayor representación en el imaginario universal. Pocas historias populares son las que no incluyen un dragón y la mayoría de familias nobles antiguas lucen en sus blasones un flamante dragón. Muchas espadas se han llamado "Diente de Dragón", "Llama dracónida", "Vuelo de dragón"... pero, ¿dónde están los dragones? Pues me temo que sólo ahí, en los ecos de una época dorada en la que el mundo era más mágico y lleno de vida que ahora. Me refiero, por supuesto, al tiempo en el que los Elvetri dominaban Eldia. Todo lo que sabemos sobre dragones proviene de aquella época: dibujos, relatos, inscripciones... y pocos, muy pocos restos físicos, pero los suficientes para hacernos una idea aproximada del tamaño de un dragón. El remanente más famoso es el el Cráneo de Fersuzalem, una calavera de dragón gigantesca que preside la sala del trono del castillo de Fortaleza, capital de Miris. Si nos guiamos por las dimensiones de  de estos huesos, y las crónicas que aseguran que Fersuzalem era el más viejo de los dragones y el último en morir, está claro que podían llegar a medir más de 10m de largo y 15 de ancho con las alas extendidas. Su altura probablemente variase según el sexo, pero también se supone que no menos de 4-5m.
Todos los tratados coinciden en los mismos puntos a la hora de describir un dragón: parecido a un gran reptil alado, gruesas y brillantes escamas mineralizadas, duras y que sólo se quiebran con filos de acero reforzado con diamante. Sus patas delanteras son más pequeñas que las traseras, que son mucho más poderosas y grandes, por lo que creemos que se alimentaba cazando a sus presas con éstas o bien con la boca, con dos hileras de dientes: la exterior de piezas más grandes y fuertes y la interior curvada hacia el interior y de menor tamaño.
Volviendo de nuevo a las fuentes históricas, siempre se dice que los dragones escupían fuego. Hay muchas teorías sobre cómo esto era posible y la más precisa y acertada creo que es la de Mira Hopffman, maga alquimista y bióloga de la escuela de Nant'Urat:
"Los dragones exhalaban un aliento ardiente capaz de fundir el metal y que provenía del interior de sus cuerpos. Eso es lo que todo el mundo sabe sobre los dragones. Pero ¿cómo se producía este fuego? Nunca se ha escrito sobre ello pero si observamos el único descendiente de los dragones actual, la serpiente voladora, ésta escupe un hálito corrosivo que varía según el hábitat en el que se encuentre. Este aliento (fétido, inflamable, cegador, paralizante...) se genera en un estómago aparte de la serpiente, una especie de buche, en el cual unos gases y ácidos especiales convierten lo que la serpiente ingiere en una especie de saliva, que, como digo, cambia de efecto según la especie. Cabe pensar pues, que en los dragones pasaría algo parecido, pero a una escala mucho más grande[...]"
Como último apunte sobre los dragones, se cree que el motivo de su extinción fue la guerra contra los Demonios (ver Elvetris y Demonios), pues los Elvetris usaban dragones domesticados como monturas de guerra. Seguramente, cuando sus dueños fueron aniquilados por las legiones demoníacas y exiliados en diversos confines de Eldia, los dragones se ocultarían en remotos lugares o quizá perecieran también a manos de los Demonios. ¿Por qué los Elvetris no salvaron a sus preciadas monturas con ellos en sus refugios? Curiosamente, en ningún relato de la Era del Exilio se menciona a ningún dragón. Quizá fuera demasiado costoso mantener a estas criaturas o puede que ya para entonces no quedase ningún dragón domesticado entre ellos... nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que tenemos unos cuantos huesos y escamas petrificadas a lo largo y ancho del mundo conocido, y una especie de ofidios voladores como pruebas de que en otro tiempo, en nuestro mundo, hubo criaturas tan fabulosas como los Dragones.


Grifos

El grifo es una criatura híbrida, cruce entre águila y león, de origen desconocido. Mientras que muchas criaturas híbridas han surgido a raíz de macabros experimentos mágicos fallidos (o exitosos también), el grifo es mucho más ancestral y noble que cualquier aberración mutante. El hábitat natural de los grifos son las más altas montañas del sur de Gasalia, sobre todo las circundantes al Gran Desierto. En Kumhai, en la Cordillera Roja, los hombres oscuros, los aswadii, crían una raza de grifos dorados para usarlos como transporte aéreo para desplazarse por las dunas del desierto. Sólo miembros del Clan Asad-yhm pueden críar a estas excepcionales bestial y, por un módico precio, cualquier viajero puede contratar a un jinete asadita y a su montura para poder desplazarse entre los distintos asentamientos aswadii del Desierto. La ruta comercial más importante es la Shuram-Kumhai-Marush. El sur queda vetado para todos los extranjeros pero se sabe que muchos grifos salvajes (de plumas rojizas, pelaje pardo) emigran durante el invierno hacia más allá de las Tierras de la Niebla y los Baldíos Oscuros, lugares de proveniencia de los orcos, por cierto (consultar Criaturas de Gasalia (1)). El uso de los grifos como montura rememorará a muchos el particular uso que hacían los Elvetris de los dragones, pero con la diferencia de que los aswadii no usan los grifos para la guerra. Sólo para vigilar, socorrer y transportar.
Los grifos son considerados criaturas excepcionales porque el vínculo que crean con su jinete desde que rompen el cascarón es sólo comparable al que tienen algunos perros, pero de una forma mutua. Jinete y Grifo emparejan sus pensamientos de forma sincrónica. Esto sólo puede explicarse porque estas bestias poseen un ligero poder mágico que se concentra en su percepción sensorial, en el cerebro, de tal manera que el vínculo con su jinete es real, tangible incluso. Por eso los grifos no se montan con bridas y los asaditas no llevan espuelas. Para sujetarse en el aire usan unos arneses que se ajustan en torno al pecho y la cintura, dejando los brázos móviles y las piernas libres para cualquier tipo de maniobra. Para los jinetes inexpertos o "paquetes" (como denominan a los que alquilan los servicios de un jinete de grifos) se utilizan unas sillas de cuero ligeras que se colocan en la parte posterior del lomo del animal. Por supuesto, aunque son criaturas fuertes y entrenadas para viajes largos, los grifos no pueden cargar con más de dos personas, más que nada por espacio práctico. Su envergadura es algo mayor que la de un caballo de guerra, pero sus huesos son ligeros como los de los pájaros. Capaces de alcanzar los 200km/h, son la principal fuente de ingresos del clan Asad-yhm y el transporte más seguro por las tierras arenosas del Desierto.


Mantícoras

Otra híbrida e inigualable criatura: la mantícora. Su cuerpo es como el de un gran felino y su cabeza se encuentra coronada por una majestuosa melena. El rasgo más característico de las mantícoras es su cola, muy similar a la de los alacranes. Aunque el nacimiento de la cola sea de carne y hueso, el extremo se recubre de una capa quitinosa como la de los insectos y justo en la punta unas glándulas segregan un veneno paralizante que si bien no es letal, ayuda a que las afiladas garras y poderosos dientes de la mantícora terminen con sus presas. Hay dos especies de mantícoras: las voladoras y las terrestres. Las aladas son más pequeñas, al igual que la espesura de su melena. Las terrestres son bastante más grandes y voluminosas, pero su número es bastante más reducido. El hábitat de las aladas es compartido por el de los grifos del Gran Desierto y son enemigos naturales de éstos. Por el contrario, las terrestres viven en diversos puntos de todo el mundo: islas, montes, cuevas, pantanos... a excepción de bosques, las mantícoras de tierra se han encontrado por todo Gasalia y alrededores, aunque eso sí, nunca en abundantes manadas como las voladoras de la Cordillera Roja, sino en pequeñas familias de tres o cuatro miembros, increíblemente territoriales.
Las alas de la mantícora voladora son membranosas, como las de los murciélagos... o los dragones. Los antiguos clasificaban a las mantícoras como dracónidos por este simple rasgo, aunque con el tiempo se ha esclarecido que no tiene nada que ver con los majestuosos dragones, si no más bien con un accidente de naturaleza mágica. La teoría más aceptada es que, en tiempos antiguos, probablemente durante los años posteriores a la Era del Exilio, alguna raza montesa de leones se refugió en las galerías subterráneas de la Cordillera Roja y encontrasen algún foco de maná (un foco de maná es una "poza" natural de magia en estado puro, generalmente muy volátil y que el Gremio de Magos se encarga siempre de proteger y aislar por motivos de seguridad). En aquella cueva probablemente vivieran murciélagos y escorpiones entre la oscuridad y por algún movimiento de tierra o desprendimiento de rocas, el foco de maná habría detonado, provocando que la esencia de todas las criaturas que allí se encontraban se entremezclase en sus códigos genéticos, surgiendo así la "mutación". Al ser los murciélagos y los escorpiones criaturas más pequeñas, una alteración de tal magnitud seguramente los matara a todos, pero no fue así con los leones, los cuales seguirían viviendo y multiplicándose, dando lugar al cabo de los años, a esta nueva especie de mantícoras. Como toda mutación accidental, siempre hay errores, y con toda seguridad las mantícoras terrestres fueran esa clase de error evolutivo que terminó por escindir ambas especies de forma radical.
Como he dicho antes, las mantícoras voladoras son enemigas de los grifos. Esto proviene de su rasgo extremadamente territorial y hostil. A pesar de ser criaturas realmente difíciles de reducir y mucho menos de matar, se tiene constancia de que durante la guerra contra los orcos, en la cara norte de las montañas de Ralayaun (El límite del Desierto. Más alla se encuentran las Tierras Baldías y de la Niebla), los salvajes orcos consiguieron montar algunas pocas quimeras aladas y usarlas en batalla. Según las crónicas aswadii de la época, el dominio de los orcos sobre aquellas criaturas era incomparable y gracias a ellas pudieron avanzar con relativa facilidad hacia el norte de todo el Desierto del Sol. Cuando los orcos invasores llegaron a la Cordillera Roja su avance se frenó principalmente porque los jinetes de grifos asaditas tenían experiencia de varios siglos combatiendo contra las quimeras y conocían sus puntos débiles. Nunca más se ha vuelto a ver una quimera domesticada por ninguna otra raza en todo Gasalia desde entonces.



Kraken


Uno de los seres marinos más temibles que existen en todo Eldia. Los kraken son parecidos a enormes calamares porque tienen tentáculos, ojos circulares situados a ambas partes de su cabeza... pero su boca se compone de una miríada de dientes y su cuerpo, la jibia, el lomo o espalda, es totalmente acorazado. Las placas protectoras del kraken convierten su cuerpo en un bastión impenetrable y con una fuerza de choque impresionante. Tan grandes como ballenas azules, arremeten contra los arrecifes de coral propulsados con sus decenas de tentaculos y golpean la roca con su durísimo caparazón. De esta manera obligan a los habitantes de los corales a huir despavoridos, momento en el cual el kraken expulsa su tinta cegadora y atrapa con sus ventosas a sus desesperadas víctimas. Cuando cazan criaturas más grandes, tales como tiburones o las mencionadas ballenas blancas, usan sus tentáculos para inmovilizar a su presa y devorarla lentamente. Son cazadores implacables. Sus únicos enemigos son otros kraken o, cuando ya están viejos, sus placas protectoras, que comienzan a agrietarse, permiten a los microbios y pequeños peces del océanos hacer su hogar entre las fisuras de su caparazón. Es entonces cuando su carne es vulnerable y acaban muriendo sin remedio ante el ataque incesante de millones de minúsculos seres que devoran e infectan sus órganos internos sin posibildiad de desprenderse de ellos.
 Los Acuáticos mantienen vigiladas gran cantidad de corrientes abisales por miedo a que alguno de estos seres entre en ellas y acabe llegando a alguna de sus ciudades submarinas... o ascienda a la superficie, donde son una verdadera amenaza si se acercan demasiado a zonas de tierra habitadas. Por no hablar de si se topan con algún barco. Existen relatos de balleneros y exploradores de los Mares Gélidos que cuentan cómo actúa un kraken al encontrarse con un barco. Da igual lo bien armado o acorazado que esté. El kraken se sitúa justo debajo de éste y con sus tentáculos, hace presión sobre la cubierta del navío y lo estruja y parte como si de un cascarón se tratase. Muy pocos han sobrevivido a un ataque de un kraken y, desde luego, ningún barco que haya sufrido su "abrazo" ha vuelto jamás a puerto.
Cuando se da el caso de que un kraken hambriento se aproxima a una ciudad acuática, las sirenas hechiceras se encargan primero de tejer fuertes redes mágicas alrededor de sus tentáculos para obligar al kraken a maniobrar más. Aunque alcanza enormes velocidades, debido a su longitud (en torno a los 30m) maniobra de forma dificultosa y es entonces cuando los mirmidones defensores salen armados con largos arpones y ganchos curvos para cegar sus grandes ojos, herir las glándulas por las que expulsa la tinta e inmovilizarle en el fondo con enormes cadenas. La gente del agua no suele matar a un kraken a no ser que sea totalmente necesario. Los kraken, según ellos, mantienen un importante equilibrio en el océano y son imprescindibles para el óptimo desarrollo de todas las otras criaturas. Para algunos círculos religiosos, sobre todo aquellos que se encuentran en lo más profundo de las Fosas de Maj-shaim (una región abisal del Mar del Hielo), los kraken son considerados criaturas divinas, presagistas de grandes acontecimientos y de prosperidad para los mares. Su tinta es un bien extremadamente preciado. Usado como ofrenda, fetiche, ingrediente alquímico por magos acuáticos... o, al menos en la socidead acuática, como simple elemento de ostentación.


Tortugas gigantes (Chred-uka)


Otra criatura marina que guarda una fuerte relación con los acuáticos es la tortuga gigante. (en lenguaje acuático chred = tortuga, uka = muy grande, gigante). Estas pacíficas y longevas (alcanzan más de 300 años de edad) criaturas fueron determinantes en los tiempos en los que los acuáticos seguían siendo un pueblo hostil y desconocido para las razas terrestres. Debido al aumento de pueblos anfibios (los asentamientos costeros o fluviales de los acuáticos se denominan así, al igual que sus habitantes) se hacía necesario un sistema de transporte entre la superficie y el las ciudades subacuáticas. Entonces pensaron que el caparazón de las crhed-uka adultas, de mas de 4m de diámetro, podrían servir para tales fines. Se creó así el oficio de "pastor de tortugas", pensado para dirigir a las caravanas de tortugas desde las ciudades submarinas hasta las aldeas anfibias del continente y las islas. Estas tortugas se clasifican como criaturas especiales porque se consideran reales las historias de los grabados acuáticos que cuentan cómo Leviatán, la tortuga que llevó sobre su concha a la fabulosa ciudad de Ys, dejó una gran puesta de huevos antes de fallecer. De aquellos huevos nacieron miles de tortugas que se convertirían en las primeras tortugas gigantes de la Historia. Dado que Leviatán era una criatura de origen mágico, sus hijas, lógicamente,  también guardan ese remanente mágico. Se ha comprobado en numerosas ocasiones, por ejemplo, cómo estas tortugas son capaces de soportar 10 veces su peso y su concha es muchísimo más resistente que la de sus parientes menores y no-mágicos.  De hecho, cuando las tortugas adultas mueren, los guerreros acuáticos fabrican escudos con sus caparazones, montan balsas y refuerzan murallas. También se utilizan como elementos decorativos. Cualquier acuático consideraría una ofensa hacia Leviatán y sus hijas que un caparazón de tortuga se quebrase a propósito. Sin embargo, existe un mercado negro con sus caparazones bastante problemático, pues los habitantes de las islas Estiales tienen la creencia popular de que beber sopa aliñada con caparazón de tortuga gigante alarga la vida y fortalece el cuerpo. Los piratas del Mar Cerúleo interceptan las famosas caravanas de tortugas para matar sin piedad a las indefensas tortugas y, de paso, hacerse con las mercancías que transportan, a la vez que cobran una millonada a los alquimistas de las islas. Por esa razón, los pastores de tortugas se militarizaron desde hace unos años y conforman una parte imprescindible ya no solo en el comercio de todo el mundo acuático, sino también un importante filón de mercenarios y guerreros muy valorado en la sociedad marina.


Seres Elementales


Los seres elementales no pertenecen a nuestra realidad. Se sabe que el universo se compone de distintos "planos", de realidades que existen en otro nivel diferente al nuestro, pero que se rigen por las mismas normas de tiempo y espacio que la nuestra. Gracias a eso, podemos establecer contacto con ello. La prueba irrefutable de ello es el Gran Portal de Aganibor, por el que los Demonios llegaron a Eldia. No se sabe si pertenecen a nuestro plano existencial o a otro, de eso hay muchas teorías aparte, pero lo que sí está claro es que la comunicación entre mundos distantes es posible. Los seres elementales viven en realidades donde todo en ellas es un Elemento Único. De esta manera existen planos de fuego, agua, tierra y aire. (consultar Las escuelas de la magia) Pero también hay planos complejos como el nuestro en el cual sus habitantes son formas vivas de elementos complejos que también encontramos en nuestro mundo. De estos tipos hay gran cantidad de ellos en nuestro mundo. Algunos de estos seres elementales ha encontrado el acceso a Eldia por casualidad, otros buscaron su lugar aquí, otros probablemente nacieran en él a partir de fuentes de maná, otos han sido llamados por magos a lo largo de los siglos y algunos pocos, creados artificialmente. Estos seres elementales poseen numerosas naturalezas, generalmente acordes al tipo de elemento que hacen gala. Su forma varía mucho, desde amorfas masas de energía pura a concretas representaciones de otro tipo de seres vivos. De estos últimos encontramos muchos en todas las creaciones mágicas: golems, protectores de fuentes de maná, guardianes de criptas y lugares sagrados... dado que la energía de los seres elementales es totalmente imperecedera hasta que su Núcleo se quiebre (algo que sólo puede ocurrir por la fuerza o por la propia voluntad del ser), siempre los encontraremos en aquellos lugares que los mortales queremos que sean conservados y defendidos por durante siglos enteros.
Algunos Elementales poseen la capacidad de hablar, pero son los que menos. Normalmente sólo hablan los creados por magos o aquellos que desarrollan facultades cognitivas gracias a la propia magia, pero esto es todo un quebradero de cabeza para los maestros invocadores y para los biólogos, pues no se sabe hasta qué punto un Señor de los Árboles (comúnmente llamado "treant") es un ser con voluntad de pensamiento, un elemento mágico que puede crear ideas o un ser mágico que como tal puede comunicarse con nosotros pero que no dista mucho de una tortuga gigante o un grifo.

5 abr 2012

Las Crónicas del Bardo: El inicio


27 AÑOS ANTES...

-¡Perseguid a ese crío! -gritó una mujer de mediana edad-. ¡Ladrón! ¡Ladrón!

El niño llevaba debajo de su maltrecho jersey rojizo un objeto aún más viejo cuando empezó a correr avenida abajo.
La multitud, haciendo caso omiso de los gritos, miraba con curiosidad al ladrón, que recorría a toda velocidad la calle principal del mercadillo ambulante. Sabían que su aventura terminaría pronto. 

Percibía que tenía como máximo unos tres minutos antes de que la Guardia del Norte se presentase allí. 
Debía abandonar la calle principal enseguida.

Cuando llegó al final de la vía, tomó la bifurcación de la derecha y empezó a ejercer su particular eslalon de todos los días feriales: la primera calle al final de la Avenida del Mercado a la derecha; el siguiente cruce también a la derecha, después a la izquierda hasta la panadería de la señora Eluna, donde se puede robar siempre media rebanada de pan y continuar hasta las casas abandonadas de Ruten Dra. Una vez allí, coger el camino de la izquierda antes de entrar a campo abierto.
Posteriormente y con más calma, tocaba comer lo robado en la panadería, en medio de la intemperie para evitar sospechas. 
Después ya habría tiempo para analizar el viejo objeto de la mercader.

El niño, sentado en medio del verdoso prado, sacó con cuidado el objeto que tenía escondido bajo el jersey. Estaba envuelto en una antigua caja de metal blando con una serigrafía que representaban diferentes tonos musicales. 
Los había visto antes, dibujados en carteles teatrales al lado del castillo de Vintersorg, su ciudad natal y la capital del reino de Kyle. No obstante, no conocía su significado ya que no había ido nunca al colegio.

Abrió la caja. De ella extrajo una especie de tallo de madera con siete agujeros simétricos muy bien alineados. En la punta de la vieja pieza se podía observar un orificio más grande y fino que los demás. Asimismo, la punta dibujaba un semi-arco con una extraña cavidad que incitaba a poner los labios. 
Así lo hizo.
El siguiente impulso del niño fue soplar; primero débilmente y después con todas sus fuerzas. Se asustó al segundo intento, después de escuchar un sonoro estruendo.
Una voz lejana lo interrumpió cuando se disponía a estudiar la conducta del objeto tapando los agujeros del tallo…

-¡Sagas! ¿Ya lo has vuelto a hacer?

-¡Esta vez he encontrado algo realmente interesante! -contestó el niño-. ¡Es un objeto que hace música! ¡Ven, Rivil, ven!

La joven chica empezó a correr hacia la posición de Sagas, que estaba sentado en medio del prado. Cuando llegó, se sentó al lado del niño, cogió bruscamente el objeto de las manos de Sagas y lo observó con detenimiento. 
La curiosa expresión de su rostro cambió al cabo de pocos segundos, cuando se dio cuenta de que objeto era.

-¡Bah! -dijo Rivil con menosprecio-. Solo es una simple flauta vieja con siete agujeros mal tallados. 

-Pues a mi me gusta -contestó Sagas-. Seguro que tapando los agujeros y silbando con la fuerza correcta se puede conseguir buena música.

-Eso está claro -respondió la chica-. Observa.

Rivil se llevó la flauta a la boca y antes de empezar a silbar tapó con los dedos de la mano derecha los dos últimos orificios del objeto. 
Cuando empezó a silbar, iba cambiando el orden en el cual tapaba los agujeros. Empezó tapando los dos últimos y a medida que bajaba la intensidad de su silbido, iba alternando los dedos de su mano izquierda con los de su mano derecha hacía la posición del orificio en forma de semi-arco, donde tenía los labios. 
La melodía era simple pero cautivadora. 

El encanto también provenía de la belleza de la joven elfa. Aunque Sagas aún fuera un niño, sabía que todo el mundo la miraba siempre. Nacida en Lhun, capital de Haleth, el exuberante Imperio Élfico, sus rasgos eran oscuros y contrastaban con su corta melena nívea. 
Se habían conocido aquí, en Vintersorg. No acostumbraban a hablar de su pasado ya que ninguno de los dos guardaba recuerdos felices. 
Los padres de Sagas habían muerto en un incendio hacía dos años. No tenía más familia que esa. Rivil, en cambio, nunca le había contado como había llegado a Vintersorg. Los dos eran huérfanos y mendigos de la ciudad de más al norte de Kyle. Esto ayudó a que se hicieran amigos. Tenían que correr día si y día también, escapando de la Guardia del Norte que perseguía constantemente a los ladrones y a los mendigos para mantener un buen nivel de vida en la ciudad. El rey del reino de Kyle, vivía en el castillo de Vintersorg, en la misma ciudad. 
Sagas había oído que era un rey muy joven que se estaba ganando un gran respeto en Ciudad Capital, al sur, cruzando el gran río Mendatar, que separaba la región norte de la región sur en horizontal…

-¿…as? ¿Sagas? -dijo Rivil sacando de sus pensamientos a Sagas-. Hace como cinco minutos que he terminado, pero te he visto tan concentrado que no he querido molestarte…

A Sagas le parecía como si hubiera pasado una eternidad. Solo se acordaba de algunas de las notas de la melodía. 
No obstante, tenía claro que él también quería aprender a tocar.

-Lo siento -contestó-. Pero la canción me ha cautivado tanto que me he ido por las ramas.

-Suele pasar -dijo Rivil-. Esta canción se llama “El deseo del Príncipe generoso”. La aprendí a tocar aquí, en Vintersorg, después de oírla de un aprendiz bardo, le pedí una copia de la partitura para flauta.

-Nunca me habías contado esto -respondió Sagas, molesto.

-¡Tampoco tengo que contártelo todo! -replicó Rivil. Además, no fue hace mucho. Tampoco nos hemos visto tanto últimamente.

-¿Tu podrías enseñarme a tocar? -preguntó Sagas intentando la mejor sonrisa posible-.

-Hmm… es posible… -respondió Rivil-. Pero primero tengo que hacerte una serie de preguntas para ver por donde empezar.

-Adelante

-¿Cuantas notas musicales conoces? -preguntó la elfa-.

-Ninguna… -respondió Sagas-. No he tocado un instrumento en mi vida.

-Pues no empezamos con muy buen pie que digamos…

-Antes de enseñarme a tocar la flauta podemos aprender primero las notas musicales -replicó el niño-. No veo el problema.

-El problema está en que esto nos llevaría días, incluso semanas -respondió Rivil-. Esto no se aprende de un día para otro…

-Es lo único que puedo ofrecerte -dijo Sagas-. Tiempo. Solamente me sobra esto.

-¿Que conocimientos tienes de historia, alquimia, magia y geografía? -preguntó la elfa, ignorando el comentario del niño-.

-No he ido nunca a la escuela ya que mi padre siempre decía que acabaría trabajando con ellos en los campos de cultivo y en la granja… -respondió Sagas-. Al final mira como ha acabado todo.

-Siento de verdad que no hayas podido saciar tu curiosidad… -dijo Rivil, afectada de verdad, como si para ella fuera algo importante-.

-No obstante -continuó Sagas- cuando oscurecía y mis padres pensaban que estaba durmiendo siempre bajaba al sótano y leía un inmenso atlas que guardaba mi madre abajo. Lo encontraba fascinante. Aprendí algunas cosas interesantes. Se que el Mundo está dividido en cuatro grandes reinos: Kyle, Arvac, Narsilion y Haleth. Kyle y Arvac conforman el territorio norte y Narsilion y Haleth el territorio sur. La región norte está dividida de la región sur por un río de proporciones enormes llamado Río Mendatar. Se que la capital de Arvac es Sirul y la capital de Kyle es Vintersorg. También se que tu tierra es Haleth, y tu, naciste en Lhun, que es su capital. Por último, también he leído acerca de Ciudad Capital, la ciudad más importante del reino de Narsilion, y capital del Mundo…

-Caramba… me has dejado de piedra… -dijo Rivil estupefacta-. Conoces bastante bien como está distribuido el Mundo para no haber ido nunca al colegio. 

-En alquimia estoy un poco más perdido… -prosiguió Sagas ignorando el elogio de Rivil-. Se como se crean algunos elixires básicos, como el de  cola de sapo o el de cambio de voz… también había oído hablar de uno que te permite ver en la oscuridad…

-Ese es el elixir de Claro de Luna -dijo la elfa-. Los materiales solo se encuentran en Ciudad Capital y son muy caros. Es de las pócimas más difíciles de confeccionar. 

-En historia y magia si que ya no puedo contar nada -prosiguió Sagas-. Aquí ya estoy completamente perdido.

-¡Está bien! -dijo Rivil con una sonrisa-. ¡Voy a enseñarte todo lo que pueda!

-¿Como pretendes hacerlo? -dijo el niño-. También tenemos que ir a robar comida al mercado, escapar de la Guardia del Norte, intentar sobrevivir día a día… nuestra vida no es fácil, Rivil.

-¡No te quejes más! -gritó la joven elfa-. ¡Empezamos mañana! 

Sagas se puso firme cuando vio a Rivil con esa actitud y no se atrevió a poner mas pegas. En el fondo, sabía que su vida no era como la de los demás niños y, por eso, quería aprender  a toda costa. Sobretodo conceptos del mundo de la música.

-¡Está bien! -dijo el niño-. ¿Cuando nos veremos?

-Cuando el sol esté a cuarta constante, delante de la biblioteca. La que está delante de la capilla menor -dijo Rivil-. Creo que es la menos vigilada de todas…

-¡Muy bien! -dijo Sagas-. ¡Buenas noches!

-¡Namarië! -se despidió Rivil inclinándose-. 

Sagas recogió su vieja flauta de madera y la guardó de nuevo en la funda de metal. Se puso el jersey rojizo y emprendió de nuevo el rumbo. Ahora estaba viviendo en una tienda hecha de ropa rancia que él mismo había construido, a las afueras de Vintersorg.
Tenía muchas ganas de estudiar las notas musicales y empezar a tocar la flauta cuanto antes. 

No obstante, Sagas desconocía lo que iba a suponer este primer paso, para acabar cantando con bardos y caminando junto a seres supremos...

22 mar 2012

¿Qué es la magia? Las escuelas de magia

Llevaba un tiempo queriendo hablar sobre la magia, sobre esa fuerza misteriosa que sabemos que está ahí, que se puede tocar, que a veces causa destrozos, pero otras, nos permite descubrir auténticas maravillas ocultas. Yo no soy mago, así que, con vuestro permiso, voy a utilizar un tratado de magia que tengo por aquí del Maestro Garel de Trulhom, cuyas explicaciones me parecen las más acertadas tanto para gente que ya está familiarizada con mundos mágicos, como para los nuevos viajeros de estos planos.


Sobre la magia

Antes de entrar en los procedimientos a tener en cuenta cuando nos enfrentemos ante un artificio mágico, será mejor hacer saber qué es exactamente la magia, o, por lo menos, aproximarnos.
Digo aproximar porque nadie hasta hoy ha conseguido dar una definición clara de lo que es la magia y sólo algunos eruditos han podido descifrar los procesos que se siguen a la hora de realizar magia de forma precisa y detallada.

Básicamente, lo que nadie niega, es que la magia es energía. Pero no una energía física, sino una energía espiritual. Resulta difícil de precisar pues la gente normal tiende a relacionar energía con lo que generan las máquinas de vapor, la electricidad de la tormenta o las sacudidas de la tierra que generan las corrientes ígneas del interior del mundo.

Pero el caso es que la magia puede actuar sobre todas esas fuerzas mencionadas. Actuar o directamente crearlas.

Aquí es donde se presenta un verdadero enigma: ¿Se crean las cosas mágicas de la “nada”? 

Algunas teorías muy elaboradas presentan la realización mágica como una especie de recolección energética del entorno en el que se encuentra el mago, el cual, usando su poder mental y espiritual, consigue canalizar esa energía difusa para darle una forma o una virtud. Esto fundamenta la idea de que el mundo está rebosante de energía mágica y que como toda energía, nunca se destruye, sino que se transforma.
Sin embargo esta teoría cojea cuando se enfrenta a la teoría del Don.

Esta teoría defiende la existencia de un poder insondable en las almas de cada ser vivo con raciocinio, que si se presenta ante un estímulo adecuado, podrá desarrollar el llamado Don Mágico. Desde ese momento, ante un proceso de aprendizaje debidamente controlado, el ser con el Don podrá manipular la magia. Cuanto mayor sea su poder espiritual (fuerza mental, o de voluntad), mayor capacidad alcanzará ese ser para usar magia.

Si la teoría de que la magia “flota” en todas partes, es cierta, cualquiera podría realizar magia si se le somete a una instrucción adecuada. Pero resulta que no es así. Muchos han sido los que en vano han intentado ser magos sin poseer el Don. Asimismo, no pocos magos han vivido durante muchos años sin saber que poseían tal capacidad.

Generalmente, el Don se desarrolla en torno a la infancia o la adolescencia de los seres racionales, pues son momentos de continuo cambio y experimentación. Aquellos que viven una vida sosegada o bajo regímenes excesivamente cerrados o protectores durante muchos años, no experimentan el desarrollo del Don hasta bien entrada una edad.

Otra teoría complementaria a estas dos, que explican también qué es la magia en esencia, es la posibilidad de que toda energía mágica sea posible mediante una especie de “cesión” interplanar. Es decir, que cada hechizo sea el resultado de una rasgadura entre los planos físicos y elementales, a través de la cual, el mago se sirve de su esencia. Esta explicación sirve de maravilla para explicar la magia de invocación. Cuando se invoca un ser de otra dimensión, se crea una “puerta” que conecta dos o más mundos con el nuestro y a través de la cual pueden sucederse traspasos de materia. Es la única teoría que se aplica de verdad y que se puede estudiar, pero con el inconveniente de que no todo lo que hace un mago son invocaciones a través de los planos. Cuando simplemente, por ejemplo, conecta su mente con la de un halcón para poder ver lo que éste ve… ¿dónde está esa puerta dimensional? ¿En qué momento se produce esa conexión con otro mundo para adquirir la visión de un ser tangible y que el propio mago está viendo en ese momento? ¿Acaso existe una dimensión de “vistas de pájaros”?

En fin, hay muchas dudas, muchas opiniones al respecto sobre qué es, cómo se origina y quién puede crear magia, pero como no hay nada claro, no veo sentido seguir divagando sobre estas cuestiones.

De hecho, prefiero que dejemos aquí el tema de << ¿Qué es la magia? >> y pasemos a  cosas más concretas…


  • Los elementos de la magia

Como he dicho antes, la magia es energía. Y como energía mística, que flota en el ambiente y que se desarrolla en la mente de sus usuarios, puede adoptar la forma que éstos le den.
Así pues, la magia puede transformarse en energía térmica, eléctrica…
Puede ser canalizada a través de conductos, almacenada en recintos especiales, imbuida en objetos inertes o incluso en seres vivos (aunque esto último tenga grandes limitaciones).
Grandes estudiosos de la Magia a lo largo de los siglos han caído en continuas contradicciones en sus teorías pero hay un punto en el que, curiosamente, todos coinciden: los elementos en la magia. Siempre se identifican cuatro elementos que intervienen en toda operación mágica: fuego, aire, tierra y agua. Los elementos que conforman, combinados, toda la vida en el mundo.
Aunque en un hechizo no estemos usando ni una llama, si este hechizo trata de, por ejemplo, mantener caliente un área, la magia de la que se hace uso es la de fuego, aunque sea muy ligeramente.
Los hechizos de sanación, protección, van generalmente vinculados a los elementos agua y tierra, aunque para cauterizar heridas se use el fuego o para devolver el aliento el aire.
Muy pocos hechizos hacen uso de un solo tipo de magia, y, curiosamente, pocos magos dominan más de  un tipo de elemento.
En otros tiempos, cuando el mundo era más primitivo, los magos se llamaban Elementalistas, pues se consideraban Maestros de los Elementos y fundaban sus estudios de magia en función del elemento al que cada mago fuera mas afín. Si bien esto es cierto, que hay personas más cercanas a un elemento concreto, la educación enfocada en este único tipo será una enseñanza mágica coja, que fallará en algún momento, pues los hechizos más poderosos requieren del uso de varios elementos para su ejecución.
Es complicado determinar cómo se hace la combinación de elementos a la hora de conjurar magia, tanto como definir lo que es la magia, por lo que no merece la pena en entrar en esos enredos. Lo único que hace falta saber, es que esa selección de elementos mágicos se hace por medo de múltiples técnicas: escritura, movimientos de manos, del cuerpo, palabras concretas, uso de ciertos objetos vinculados a un elemento…
De ahí obtenemos, por tanto, todas las escuelas de magia que existen: la invocación, la encantación, (dotar de magia a las armas), la alquimia, la sanación y la ocultación.

  • Las escuelas de la magia

Muchos confunden un mago invocador con un mago conjurador, aunque ambos se basan en el mismo principio (la invocación), el primero trae a este mundo seres de planos elementales paralelos al nuestro que le ayudarán (o no, si no sabe dominarlos) en su tarea; el segundo utiliza conjuros, es decir, recita palabras, realiza gestos físicos o canaliza la magia de un objeto mágico para invocar un elemento concreto al mundo. Este elemento puede ser una corriente de magia sanadora, o un proyectil ígneo de magia destructiva. Parece que no, pero sí, ambos magos usan el principio de invocación para crear cosas que en nuestro plano existen, pero no con la forma que el mago desea y desde luego, cosas con poderes que de ninguna otra manera si no es con magia, existirían.

El encantamiento también es un concepto amplio. Desde infundir magia protectora hasta encerrar un texto arcano en un pequeño circón, pasando por convertir una simple espada de acero, en una hoja llameante cuyas flamas no podrán apagar ni los más fríos alientos del norte.
Es una magia muy meticulosa, que consume buena parte del poder interno del mago y que necesita bastantes años de perfeccionamiento. Así es como se crean anillos mágicos, colgantes de la suerte, varitas mágicas, escudos irrompibles o, incluso, metales artificiales.
Luego encontramos el encantamiento de seres vivos, muy peligroso y discutido.
Algunos han osado relacionar la sanación con el arte de encantar, pero poco o nada tiene que ver. La encantación deposita un tipo de magia muy específica en el interior de un cuerpo (con vida o sin ella) para que sea usada en repetidas ocasiones. O no, puede que sólo para que se use una única vez… todo condicionado por el encantador.
El encantamiento de seres vivos tales como plantas o animales es el tipo de magia que más daño hace, pues se requiere de buenos conocimientos de magia para poder identificar una criatura imbuida con magia. Casi siempre, estos hechizos son parte de experimentos atrevidos y descontrolados. En otras ocasiones, generan un nuevo tipo de especie que antes no existía simplemente por accidente, sin querer generar ningún mal…
Así es como han llegado hasta hoy criaturas como los huargos (lobos gigantes, fieros y longevos) o plantas como la trepadora serpiente (enredaderas que se mueven por los árboles y que atrapan a sus víctimas en una constricción letal, como serpientes).

La sanación es la magia más respetada. Esto se debe a que no hay hechizos que sirvan para hacer daño en esta escuela, sólo para remediarlo. Generalmente, las personas que se especializan en sanación, acaban por ser más longevas que el resto de magos y esto vuelve a recaer en la misma razón, que no hay daño que se pueda realizar con esta magia. Ni hacia otros ni hacia el propio usuario.
Esto, de todos modos, acarra otro problema, y es que, al ser una magia sumamente delicada (la vida de la gente depende a veces de un hechizo correctamente realizado), no todos los magos son aptos para cursar ni los más básicos hechizos de curación.
Los magos sanadores son confundidos normalmente con clérigos o sacerdotes, pero los magos sanadores no pronuncian rezos ni expulsan malos espíritus, y tampoco usan magia de luz, un tipo de magia que, bueno, es excesivamente especial. Podríamos dedicarle un capítulo entero a esta magia, asique no me voy a detener en ella por el momento. Sólo señalar que es una magia de poder ancestral mucho más antigua que la elemental y que sólo se enseña a los acólitos de la Luz.

La magia de sanación, no obstante, no sirve para todo, y un mago siempre debe tener recursos para sortear cualquier problema que se le proponga. Para ello, existe, por ejemplo, la alquimia.
La alquimia nació en principio para complementar ciertos procedimientos mágicos de la sanación que no podían realizarse con hechizos comunes. Para, por ejemplo, hacer llegar un antibiótico al hígado, la magia curativa se quedaba corta, y por ello se idearon las medicinas alquímicas: mitad remedio natural, mitad magia. También todo tipo de cataplasmas y ungüentos para cuando el curandero no puede asistir al enfermo de forma continua o como suplementos militares indispensables en toda enfermería de campaña.
Pero no toda la alquimia está vinculada a la curación y prevención de heridas y enfermedades. La alquimia también sirve para realizar grandísimos avances en la investigación energética. Los ingenios de motores explosivos nacieron gracias a experimentos alquímicos. Pero no todo es modernidad. Una gran parte de la alquimia se sirve de la sabiduría ancestral para crear pociones, elixires y otros elementos que deben ingerirse o aplicarse en las personas para que tengan efecto. Es en la alquimia donde los magos de todas las escuelas encuentran su campo de innovación, por lo que muy pocas veces oímos hablar de magos alquimistas, aunque haberlos los haya, y muy sabios y poderosos.

Por último, la escuela de la ocultación.
Este tipo de magia se basa en todos aquellos hechizos de protección y seguridad. Similar a la alquimia, se sirve de otros procedimientos para crear su magia: escudos de fuerza (invocación), capas de invisibilidad (encantación), pociones de ver en la oscuridad (alquimia), protecciones contra la magia oscura (sanación)… etc.
Pero, al contrario que otras escuelas, en las que apenas hay verdaderos especialistas, en la ocultación hay auténticos maestros. Casi todos los reyes y reinas cuentan con un mago ocultista como miembro de su Consejo, debido a la imperiosa necesidad (o tal vez, paranoia) de proteger sus asuntos de Estado. Es también una magia peligrosa y con pocas escuelas y maestros, pues no se suele enseñar abiertamente. Esto es por otro motivo de seguridad, pues, si cualquier mago pudiese acceder a estos hechizos, inmediatamente podría conocer sus contrahechizos, pues para todo tipo de magia existe uno. Esa es otra característica especial de la magia de ocultación: ser la única que puede anular cualquier otro tipo de magia. Para anular magia ocultista es imperioso usar magia ocultista, con lo cual, cualquiera puede advertir la ventaja de una magia cuyo fin es la protección. Proteger, salvaguardar… pero eso no excluye la autodefensa.


De momento lo dejamos aquí. Otro día continuaré resumiendo los textos del Maestro Garel para deleite de aquellos que quieran -- ¡quién sabe! -- convertirse en Aprendices de Mago.