24 dic 2011

Vikingos en Belén

El trabajo de un cronista consiste en recopilar historias de aquí y de allí, investigar si cabe su veracidad y conocer sus orígenes.
Toda buena historia tiene sus cientos de versiones una vez se populariza por todo el mundo. ¿Quién puede asegurar cuál es la verdadera? Eso ya es tarea del receptor. 
Si ha habido alguien capaz de crear historias nuevas y de encontrar relaciones ocultas entre unas leyendas y otras ese ha sido Álvaro Cunqueiro, escritor gallego del siglo pasado, que dedicó buena parte de su tiempo a escribir mitos y leyendas que encontraba aquí o allí... al igual que haría un cronista.
Es por esta razón por la cual admiro tanto la obra de este hombre y me entristece que poca gente conozca a este literato, probablemente, único representante de la literatura fantástica española de medidados del siglo XX.


Aprovechando las fechas en las que nos encontramos, y con el deseo explícito de dar a conocer la obra de Cunquerio, os dejo con uno de sus artículos que más me han gustado, extraído del libro recopilatorio "Fábulas y leyendas de la mar".

¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!




LOS VIAJES A JERUSALÉN

Me refiero a los viajes que hicieron a Tierra santa los hombres del Norte, los normandos, los vikingos, que pasaron con sus naves las columnas de Hércules y llegaron hasta el Gran Castillo, como ellos llamaron Constantinopla.

Convertidos al cristianismo después de su Rey Olaf –aquél que tanto daño hizo en Galicia en la expedición de 1014-, y que ahora está  en los altares como San Olaf  y lo tiene Noruega como Patrón, los que llegaban a Constantinopla, como Sigurd, querían llegar a la ribera palestina, como pacíficos peregrinos y acercarse a Jerusalén, en concreto a Belén, donde había nacido el Señor. Y apareció entonces una narración de viajes santos y visiones, de sucesos prodigiosos; de santos milagros. Por ejemplo, un tal Guntrid Gunnarson pertenecía a la guardia varega Edel Emperador de Constantinopla. Esta guardia, como su nombre indica, estaba compuesta exclusivamente por vikingos a sueldo. Cuando a Guntrid le llegó la hora de licenciarse, y habiendo quedado viudo de una griega rica, decidió ir a Jerusalén y Belén.

Camino del Santo Sepulcro, le sorprendió una terrible tempestad de nieve y, sin saber cómo, se encontró frente a la puerta de Belén, buscó refugio en una pequeña casa en cuyo portal se veía luz,y se halló con José y María, la cual acababa de dar a luz al Niño. Se escuchaban músicas celestiales, y por el aire andaban pequeños soles y lunas, y las estrellas bailaban cogidas de la mano. Esta imagen no es invención mía, que está en el texto, y pasó a relatos posteriores. José le dijo algo a Guntrid, y el guerrero sacó de debajo de su capote el bowdl de plata, arte del botín de una expedición a Irlanda, y fue a llenarlo de agua a una fuente que se escuchaba cantar en el silencio de la noche. Y dándole a José el pequeño jarro, aquel le dio a beber a María. A Guntrid le fue devuelto su jarrillo de plata, y lo guardó donde solía. Y en aquel momento quedó ciego.

Una mano lo condujo como por el aire donde había otros vikingos peregrinos.
 Y acontecía que cada vez que Guntrid Gunnarson contaba su visita a Belén, y cómo había estado presente en la primera hora del nacimiento del Niño, veía, y las palabras de su boca se hacían luminosas en el aire, y todos veían, si era noche, como si fuese mediodía. Cuando Guntrid terminaba de decir las palabras del relato, volvía a ciego, y como no había palabras luminosas saliendo de su boca, volvía la oscuridad nocturna. De regreso a Noruega en una nave vikinga, aconteció una tarde que oscureció repentinamente, y se levantó mucho mar, y entonces le fue pedido a Guntrid que contase lo visto en Belén, y contó, con palabras encendidas como lámparas de buen aceite, y los vikingos a su luz pudieron ver la costa a estribor y llegar a ella, encontrando refugio. 

En la iglesia de Trondheim fue considerado más adelante como santo. Allí había costumbre, cuando nacía un niño de ir a buscar a un forastero que pasara por allí para que acudiese a dar un jarro de agua al padre, quien a su vez daría de beber a la madre, en memoria de lo que pasó en Belén la vez que Guntrid estuvo allí.

Hay otros relatos que relacionan a los vikingos con el nacimiento de Jesús. Como pasa en la historia de San Olaf. Éste tuvo un sueño en último año de su reinado: José, María y Jesús huían de Herodes, y se encontraban perdidos a la orilla del mar. Entonces, Olaf, despertó angustiado. Aunque ya era cristiano, mandó llamar a un pagano que sabía viajar por el aire y convocar espectros. Se acercó el pagano al hall del rey, con promesa de que no sería muerto. Olaf le dijo:

            -Suponte que unos amigos míos, que llevan con ellos un recién nacido, están huyendo de una terrible cólera, perdidos en una playa. ¿Qué podrías hacer por ellos y por mí?
            -Podría enviarles una nave.
            -¿Y el precio?
            -Tus doce mejores hombres de mar, que nunca regresarán a sus casas.

            Olaf no perdió tiempo. Eligió entre sus parientes doce de los mejores guerreros y marineros, y los embarcó en aquella de sus naves elegida por el mago pagano. A una palabra de éste, la nave se hizo a la mar, llevada como en vuelo por un viento que saltó a popa. Olaf pagó al mago y se echó a dormir, por ver si en sueños veía la nave llegar a tiempo. Y se durmió y volvió a soñar, y vio llegar la nave vikinga a un arenal, y cómo bajaba de ella su sobrino carnal Skuel Einarson, y recogía a los fugitivos, haciéndoles subir a la nave que los llevaba a Egipo, donde los dejaba en un jardín que se adelantó por el mar a recibirlos, cerca del faro, es decir, de Alejandría. Y al retirarse el jardín a la costa, una gran ola volcó la nave, y los tripulantes perecieron ahogados. Salvada así la Sagrada Familia, Olaf volvió a llamar al pagano.

            -¿Puedo rescatar a mis parientes?- preguntó el rey
            -Puedes. Dame doce días de tu vida por ellos y uno más por la nave.
            -En la medida en que mi Dios me lo permite dártelos, tuyos son.

El mago eligió doce pelos de la barba de Olaf  y otro más en el centro de la cabeza. Poco después se escucharon gritos en la ribera, y era la nave de los doce sobrinos que regresaba. Estos contaron que estuvieron seis horas en la tiniebla profunda de la mar, pero tranquilos, sin miedo a ahogarse, ya que estaban viendo sobre ellos la mirada del Rey. La nave habló y dijo que quería que su madera sirviera para el ataúd del Rey, y la que sobrase que fuese quemada en los funerales. El juez Sturia, que hizo un hermoso elogio de un bandido llamado Grettir el Fuerte, elogió también esta nave, <<la primera nave que habló con los hombrees, y de la que puede decirse que naufragando murió y resucitó para dar testimonio de la piedad del Rey Olaf, al que le costó un pelo de su cabeza>>.
            En memoria de este suceso, en la Noruega cristianizada, el día de los Santos Inocentes, se quemaban naves de madera en las iglesias. En memoria de la nave vikinga en la que viajaron José, María y el Niño, huyendo del Rey Herodes y de la gran degollación que ordenó. Unos hombres, reyes del mar, tenían que inventar forzosamente una huida por el mar.

Álvaro Cunqueiro.